La Opinión de Murcia

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Elena Pajares

Mamá está que se sale

Elena Pajares

Los ángeles de Charly

Hacía tiempo que no sabía nada de Charly. Sé que seguía viviendo en aquel pueblecito donde le salió un trabajo en el bar de una señora, y que seguía casado con la brasileña con dos hijos que lo cazó. En la foto de boda que me había enviado, vestidos todos más de carnaval que de boda, se le veía con una expresión de lo más tierno. Llevaba un atuendo de novio modernete con una corbata rojo pasión, pero iba bien peinado, con manos limpias y aspecto elegante. Muy lejos de mi estilo, sin duda, pero muy bien en el suyo. En serio, me alegré por él. Miré a la novia, a través del teléfono, con cara de «no te atrevas a hacerle daño». Lo sé, que ella no lo va a percibir nunca, y además a mí qué me importa, pero Charly es tan inocente que no se le ve bien en manos de nadie.

De vez en cuando me mandaba un audio, preguntando qué hacer con este o aquel trámite, y me mandaba luego una foto con el justificante. Yo le devolvía un pulgar hacia arriba, y así hasta la siguiente. Pero cuando le oí la semana pasada, más allá de las diez de la noche, con la voz entrecortada y medio llorando, algo me dijo que el amo había vuelto. Qué sinvergüenza era ese tío.

En aquellos tiempos del chiringuito, cuando conocimos a Charly, él era camarero y el amo era eso. Su amo. No solo del negocio, sino también de Charly, de su trabajo, de su nómina, y hasta de su dignidad, que se la quitaba cada vez que le gritaba por todo. Daba rabia ver a ese demonio aprovecharse de un pobre desgraciado.

Charly me había ido contando, mientras le resolvía unos problemas, cómo había ido a parar con el amo. Me entraron ganas de coger al amo del cuello cuando me enteré cómo le había convencido para asociarse y montar el negocio del chiringuito, diciéndole que se iban a hacer ricos, que la gente haría cola y que les solucionaría la vida. Eso sí, como el amo arrastraba un historial de impagos y de embargos, la inversión para empezar a construir esos sueños tenía que hacerla Charly.

El amo sabía bien dónde había que ir y cómo moverse, y fue un estupendo amigo y compañero mientras gestionaron los papeles de los préstamos ICO y de las subvenciones. Hizo de padre con Charly y no paró de agasajarle hasta que vio la transferencia hecha a su nombre. En ese mismo momento, la vida de Charly cambió. Empezó a recibir papeles y notificaciones. Él no sabia qué querían decir, y el amo no quería explicárselo, pero significaban que tenía que justificar adónde había ido a parar el dinero y en qué plazo pensaba devolverlo. Ni rastro del nombre del amo en los papeles. Los préstamos los tenía que devolver él.

Cuando me contó esa historia le aconsejé alejarse de inmediato del amo. Dejar ese trabajo, que al fin y al cabo no servía para ganar dinero, y marcharse donde le ofrecieran unas condiciones dignas. Fue entonces cuando se marchó al pueblecito a ayudar a esa señora en su bar, y cuando conoció a la brasileña y empezó a tener paz.

Me acordaba de todo eso la otra noche cuando escuchaba el audio. Efectivamente el amo había vuelto. El lío en el que metió a Charly hace años, ahora tenía forma de embargo, y no tenía pinta de ser pequeño. Con razón no le salía la voz al pobre.

Yo sólo atiné a decirle que fuera volando a ver a una persona. Él le diría qué hacer. No supe más hasta ayer.

Quizá sea verdad que existen los ángeles, y que sin duda Charly tiene los suyos. No sé cómo lo han hecho, pero a Charly le han parado el embargo, la señora del bar le ha avalado. Además, alguien le ha acompañado a hacer los trámites y, ¿sabes qué? Que, por arte de magia, ahora, quien sale como deudor en el expediente, no es él, sino el amo. El puto amo.

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