La Opinión de Murcia

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Santiago Delgado

De vuelta

Santiago Delgado

El rey padre

Sí, emérito es un adjetivo hasta ahora aplicado a catedráticos y cardenales. Pero, ¿por qué no extenderlo a reyes? Es una ampliación esperable y normal. La RAE debería admitirlo ya. Tiene suficiente arraigo. Con todo, yo propongo el título con que encabezo este artículo: Rey Padre. ¿No existe el de Reina Madre? Pues igualdad de trato, según el canon que desde el frente izquierdista de la batalla cultural nos imponen.

Yo estoy harto de que el presidente del Gobierno considere al Rey como su rehén. Alguien que tiene que disculparse continuamente por estar en un escalón de representación del Estado superior a él. Es el primer presidente de Gobierno que siente tales celos. Debería existir un Estatuto Real que contemplase la libre expresión del monarca, fuera de tutela alguna, sobre todo si lo es de un envidioso como Sánchez. Un envidioso, no de ser él presidente de la República, sino Rey de España. Su ambición no tiene límites. Lean bien: no tiene límites.

El Rey Emérito, o Rey Padre, tiene el mismo derecho que Sánchez a vivir en España. El mismo. No tiene por qué obedecer órdenes de exilio de quienes no son jueces, léase su propio hijo y el archimentado Sánchez. Donde quiera, mientras el juez pertinente no se lo prohíba. Los indultados de Cataluña, que han sido juzgados y condenados, sí tienen ese derecho; Juan Carlos I ¿por qué no? Los indicios, las sospechas, las suposiciones son nada ante la evidencia de estar libre de cargos. Lean bien: libre de cargos.

Lo único que funciona en el caso del Rey Padre es el ansia de la mala izquierda, o ultraizquierda, en proclamar la III República Española. Asunto que debiera ser intocable, considerando que, más allá de la Memoria Histórica, y de la más honrada Bimemoria Histórica, está la Experiencia Histórica. Esa EH nos dice que las dos primeras fueron desastrosas. Y un referéndum sobre Monarquía/República sólo serviría para enconar más los ánimos en este país cainita. Ganaría la monarquía claramente, pero no lo suficiente como para que la parte republicana considerase su minoría como más críticamente importante, e imponerse. Ya lo hizo en el 31. Y no quiero contar qué pasó a la marcha de Amadeo I hacia Lisboa. No, a la II no se la cargó Franco; en todo caso, Mola. Ya se la quiso cargar el socialismo en el 34. Y era un desastre. Ya revendí la moto de que era un tiempo maravilloso de Institución Libre de Enseñanza, Misiones Pedagógicas y Machado y todo eso. Antes, mucho antes, había revendido ya la moto del franquismo como ideal.

El tiempo de Juan Carlos, un tarambana casquivano, pero que nos dio por dos veces la democracia, ha sido el mejor de toda la Historia de España. Al Rey Padre hay que darle el mismo estatuto que al Míster X de los Gal, que al Pujol I de Andorra y otros.

El pueblo ya se lo ha dado. ¡Qué más da lo que piense la ultraizquierda rencorosa en el poder!

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