La Opinión de Murcia

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Jutxa Ródenas

Erre que erre (rock and roll)

Jutxa Ródenas

Cuernos sin acritud

Amparo Sánchez, de Amparanoia. L. O.

A veces nos cuesta confesar experiencias duras o vergonzosas, se hace más llevadero cuando esa misma vivencia la ha tenido hasta el más común de los mortales. Y pocas cosas nos unen más con el resto de nuestra especie como un igual lastimado, nada más produce más empatía que un engaño o abandono, pero la guinda de la avenencia, la afinidad innata, salta cuando alguien pone sobre la mesa que ha estado expuesto a unos buenos cuernos.

La traición fastidia a todos, y el que diga que no, estoy segura que miente. Y aunque por estos lares somos todas muy Serafina (Anne Magnani) en La Rosa Tatuada (David Man, 1965), vendavales a golpe de carácter con intenso rol de siciliana hasta que un día, sin preguntar, alguien te cuenta con todo tipo de detalles que has sido coronada durante quién sabe cuánto tiempo que sea el que durase aquella relación donde se quedó claro que no había cabida para terceros.

Una unión en la que tanto el afecto y el deseo tenían como única dirección el alma y el cuerpo del que dormía a tu lado cada noche. Y de repente, ¡zas! Todo salpicado por la cochambre de la mentira, y lo peor no es que te impregne la imagen de tu pareja metido en harina con otra bajo las sábanas. Lo realmente jodido es el bajón de autoestima que te pega en la cara, porque además, una anda fatal de tiempo y ganas para empezar de nuevo a procesar y digerir, disolver el intentar continuar como si nada hubiera pasado.

¿Acaso no era feliz con nuestra intimidad? Intento empatizar y buscar una razón, pero no la encuentro. Lo bueno es saber que esta vez no se ha apoderado de mí la ira ni el resentimiento, tal vez un poco de pena por el que se siente vacío aún sin estar solo.

Ahora entiendo aquella vez que me llegó un SMS de ‘buenas noches, amor’, cuando apenas nos separaban unos centímetros hoy convertidos en océanos. Hay que ser boba para no darme cuenta que no iba dirigido a mí. Ni ese ni otros tantos. Y es que, claro, pocas veces se está al quite para esperar a porta gayola a la trampa, la traición, el engaño o al fraude si viene de manos del que piensas, quiere protegerte.

Y es que al final la vida es esto; lucha, decepción, tristeza y constante fracaso cuando escoges al compañero equivocado. Se trata seguramente de no convertirlo en una historia de rabia y venganza, esto no es el Hey Joe de Jimmy Hendrix aderezado con dos tazas de venganza. Esto es el Que te den, de Amparanoia, donde nos deseo buena suerte, no volver a verte y que nos vaya bien.

Canción que escucho mientras escribo: Que te den, de Amparanoia

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