La Opinión de Murcia

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Azparren

De un grano de arena

Joaquín Azparren

El rey solo

Aunque las estadísticas difieren, unos 850.000 mayores de 80 años en España viven solos. Algunos voluntariamente, capaces de desenvolverse en la vida con plena autonomía, otros intentando acomodarse al rol familiar que impera en este siglo XXI donde los hijos viven una independencia desconectada de sus progenitores salvo en Navidades y otras fiestas de guardar.

Uno de estos ancianos, a sus 84 años, es el rey honorífico Juan Carlos. Dirán ustedes que esa vida ermitaña se desenvuelve entre lujos orientales, una nutrida cuenta corriente, caprichos al alcance de la mano y agasajos de amistades. Pero no quita para que tenga que vivir a 5.650 kilómetros del Palacio de la Zarzuela. De allí salió de tapadillo hace veintidós meses por voluntad propia para evadir sus vergüenzas fiscales o invitado a marcharse por el hijo y la nuera para no comprometer la Jefatura del Estado por unas andanzas cuando menos moralmente reprobables perpetradas al amparo de la inviolabilidad constitucional.

En Galicia hemos podido verle torpe en movimientos pero ágil en su consciencia, ánimo y hasta en respuestas retadoras fruto de ese mundo paralelo que habita y que le impermeabiliza de las críticas de parte de sus otrora súbditos. También de un Gobierno y de partidos que esperan una explicación a su marcha y del por qué de esas investigaciones fiscales y diligencias tributarias que atañen a los tiempos en los que fue la máxima expresión de la autoridad de este país.

La sensación es que esto no va con él como no parece que sufra por un aislamiento y desarraigo familiar que sustituye con sus amigos. Si repasamos su biografía vemos cómo está acostumbrado desde niño al desapego de sus allegados: desde los 8 años enviado a un internado suizo por unos padres obsesionados por recuperar el trono y carente del cariño paterno como lo entendemos los plebeyos. Más todavía agravado desde los 18 años por el trauma de la muerte de su hermano Alfonso de un disparo del que nunca se llegó a aclarar su implicación, por la decisión de casarlo en un matrimonio de conveniencia regia y por la disputa con su progenitor por la sucesión a Franco.

No parece que el rey honorífico eche en falta a los suyos con la vehemencia de cualquier persona mayor que, salvo excepciones, quiere pasar sus últimos años rodeado de hijos y nietos. Cuando menos, sintiendo su proximidad y cariño. Él, aunque añore volver a Zarzuela parece preferir ser solo un rey solo.

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