La Opinión de Murcia

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Las fuerzas del mal

El rey que rabió

El rey Felipe VI.

Juan Carlos de Borbón y Borbón se ha pasado por Xanxenxo. Ha llegado en Über de a 7.000 euros la hora desde Abu Dabi (aboebé) anunciado por sus mariachis (Carlos Herrera, Fernando Ónega y otros) en loor de columnas llenas de naftalina y olor de una multitud curiosa que se han acercado a ver al capitán del Bribón en photocall. Ojo, que vuelve de Abu Dabi porque él ha querido irse a vivir allí, todos sabemos porqué. A Su Campechanía se le ha olvidado decirle a esos mismos mariachis, que otrora callaron, abjurando de su título de periodistas, que callaran ahora y llevaran todo con discreción y, como Pinochet en su último vuelo a Chile, ha bajado del avión demostrando que está entero y que no necesita bastón. Lo hemos visto todo minuto a minuto y bochorno a bochorno.

Parece ser que no ha sido suficiente que Su Majestad el Rey de España, Felipe VI, a la sazón su hijo, le haya pedido que se cortara un poquito y que lo hiciera todo con la cercanía y la sutileza que en el pasado se le alabó. Papá, por favor. Pues ni papá ni papó, ni leches, aquí estoy yo, parece decir con rabia y puñitos cerrados Juan Carlos. Cuanta razón tuvo Alfonso XII al decirle a su madre, Isabel, que se quedara en París.

Uno de los problemas de la empresa familiar es la sucesión de la primera a la segunda generación. La figura del fundador se conoce como la del Rey, aquel que con su empeño y esfuerzo saca la idea hacia adelante. Aunque la realización de esa idea contara con el empeño de muchos, siempre en esa historia que relata lo factual y por lo tanto lo tergiversa, que no llega a ser mitología pero se le acerca mucho, que no es un cuento de fantasía porque quien lo escucha lo ha vivido en parte, surge triunfante la figura del avezado, astuto, empeñado e inspirado líder sin el cual no sabríamos que hacer. Esa historia también anima a quien ya debería dejar el mando de la empresa a creerse todavía imprescindible y no dejarlo. Lo que está lleno de imprescindibles no es la historia, sino el cementerio.

Su Majestad Felipe VI, Rey de España, tiene un problema sucesorio en la empresa familiar que se está encargando, como único producto, de la representación de España en la Constitución. Su principal producto era y es la confianza y Juan Carlos de Borbón y Borbón se la está cargando. Zarzuela tiene una carta estupenda para dar un segundo aviso serio. Si tanta publicidad quiere, no hay encuentro privado el lunes, sin explicaciones y sin quejas. Después de ese aviso, una charla con el patriarca díscolo sobre el tratamiento de Majestad y el título de Emérito, a ver si así Juan Carlos de Borbón y Borbón tiene claro a quién le debe él lealtad, a Su Majestad el Rey de España, con todas sus mayúsculas y, sobre todo, que él ya no lo es.

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