La participación de la cantante Chanel Terrero en el Festival de Eurovisión representando a España contó con el firme rechazo de la izquierda desde un principio. Los partidos que están en el poder no suelen participar en estos debates sobre el mundo del entretenimiento, un ámbito reservado por su propia naturaleza a periodistas especializados y a los espectadores. Pero la izquierda tiene una vocación totalitaria y ni siquiera estando en el Gobierno permite la existencia de resquicios en la estructura social que escapen a su control.
Los partidos de izquierda y sus periodistas de carril, víctimas permanentes de un sectarismo ridículo, tenían además serios motivos para denigrar a la cantante elegida para representarnos a todos. Chanel es una española de Cataluña (empezamos mal), que considera la música un divertimento y no una herramienta para transformar las conciencias (seguimos peor) y, por si fuera poco, es guapa y con un cuerpo de escándalo (¡Hasta aquí podíamos llegar!).
Por otra parte, había dos participantes en la fase eliminatoria muy del gusto de esa izquierda progre, que prefiere lanzarse al barrro por un concurso musical que hasta hace muy poco no veía nadie antes que resolver los graves problemas que aquejan a los ciudadanos, muy especialmente de aquellos que le votan. Ellos sabrán.
Por un lado había un grupo gallego de pandereteiras empoderadas que cantaban en las lenguas del Estado, reivindicando que no hay fronteiras mientras contribuyen a levantar otras nuevas desde el localismo más provinciano. Por otro, una cantante que se pregunta en la letra de su tema elegido «no sé por qué dan tanto miedo nuestras tetas». Unas y otra fueron citadas en no pocas ocasiones en el Congreso por diputados de Podemos, del PSOE y de los partidos nacionalistas. El esquema es el siguiente: Chanel no puede representar a España porque su canción y su forma de bailar denigran a la mujer y fomentan la prostitución. Las otras dos opciones, en cambio, son las únicas aceptables por su feminismo empoderado y su profunda sororidad. La calidad de la canción o del espectáculo les daban exactamente lo mismo, porque de lo que se trata es de hacer política con todo y aprovechar cualquier pequeño conflicto en su permanente batalla cultural.
La reacción inicial de los izquierdistas contra la representante española fue ciertamente furibunda. Su victoria en el Benidorm Fest, que la facultaba para representar a España en Eurovisión, desató titulares como los siguientes: «Podemos pide anular el resultado y que Chanel no vaya a Eurovisión». Por su parte, los socialistas participaban también en la cacería con mensajes como este: «El PSOE critica que SloMo, canción para Eurovisión, remite a la prostitución y RTVE revela que está reflexionando». En contraposición, ambos partidos y sus medios afines denunciaban la grave injusticia que impidió a cualquiera de sus dos opciones ir a Eurovisión a aburrir a las ovejas y dejarnos, un año más, en el último puesto, pero con la satisfacción del deber ultrafeminista perfectamente cumplido.
La cuestión, evidentemente, es si Chanel y su canción denigran a la mujer y/o fomentan la prostitución, como decían socialistas y podemitas. La respuesta nos la dieron ellos mismos la misma noche del festival.
Podemos: «¡Enorme, Chanel Terrero. Esta actuación con la que ha hecho vibrar al estadio se merece #Spain12points. ¡Vamos!».
PSOE: «Nos has emocionado. Has hecho que soñemos con la victoria. La hemos tocado. Europa ha valorado el talento, la música y el gran trabajo de España. ¡Enhorabuena a Chanel y a todo su equipo por el resultado histórico! ¡Qué noche! ¡Qué #Chanelazo!».
¿Se puede hacer más el ridículo?