La Opinión de Murcia

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Angel montiel

La Feliz Gobernación

Ángel Montiel

Un permanente cambio de guion

El adversario político del PP murciano no es el PSOE, sino Vox, y todo lo demás es figuración. Todo lo que sucede en la política regional está condicionado por esa clave. El PP está minado por Vox

Santiago Abascal. L.O.

Se celebra, en la inmediata posguerra, una manifestación ‘espontánea’ ante la embajada británica en Madrid bajo el lema «Gibraltar español». El ministro Serrano Súñer llama al embajador para preguntarle si, para su protección, necesita que se incremente el contingente de policías que impide el asalto a la legación, y recibe la siguiente respuesta: «No necesito que me mande más policías; me conformaría con que me enviara menos manifestantes». 

La anécdota, que es un clásico, me viene martilleando desde hace algo más de un mes, tiempo en el que el Gobierno regional empezó a advertir sobre el riesgo de nuevos episodios de anoxia en el Mar Menor. La prematura advertencia era emitida como un mensaje al Gobierno central que en traducción implícita quería decir: «Van a aparecer más peces muertos; hagan algo». Es una fórmula nada sutil para transferir responsabilidades antes del hecho que se da por supuesto que ha de producirse. 

Si reseteamos la hemeroteca observaremos que el Gobierno regional ha cambiado de estrategia. Antes de la primera anoxia se dedicaba a descalificar, con frecuencia mediante gestos de presunta ironía, las predicciones apocalípticas de los ecologistas y de la oposición política: el Mar Menor estaba de maravilla (ratificado esto por los reportajes de TeleMiras7), y hasta Casado y Teodoro se proponían darse un baño salutífero en sus playas, sobre todo después de que cierto atardecer el propio presidente, Fernando López Miras, inspeccionara desde una barca que el blanco plato de la superficie marina casi invitaba a imitar a Jesucristo en el mar de Galilea, quien al caminar sobre sus aguas (evangelio de San Mateo) reprochó a Pedro su falta de fe cuando tratando de imitarlo se hundía en ellas. A falta de audiencia científica, la buena salud del Mar Menor era cuestión de fe para López Miras, fe que no compartían Casado y Teodoro, o éste solo de boquilla, pues en distintas visitas a la zona prefirieron quedar en la orilla desgutando la hueva y la mojama antes que atreverse a ‘hacer un Fraga’. 

Ahora, y tras las evidencias gráficas que desmintieron tanto optimismo antropológico, el mensaje es el contrario. Los agoreros no son ya los ecologistas, sino el Gobierno regional. La bomba va a estallar. Casi parece el título de la canción del verano, al ritmo de King África. Pero la actitud es la del predicador que va por las esquinas advirtiendo sobre el fin del mundo como consecuencia de nuestros pecados. Como si la cosa no fuera con ellos, con el Gobierno regional. Hicieron una Ley sobre el Mar Menor que iba a constituir la solución total y que, además de ser derogada de inmediato por los acontecimientos, ni siquiera ha sido desarrollada más que, en parte, en algunos aspectos burocráticos, es decir, en la creación de chiringuitos progubernamentales. Y nos vendieron que los Presupuestos Regionales de este año incluían poco menos que cien medidas (¿por qué no doscientas?) en defensa de la laguna, sin que se haya notado algo a la vista de las propias predicciones.

Por lo visto, todo es inútil si no interviene el Gobierno central para impedir que los nitratos sigan contaminando el Mar Menor a través de la famosa Rambla del Albujón. 

Y ahí es donde vienen a cuento la llamada de Serrano Súñer y la respuesta del embajador británico: «No me envíe más policías, sino menos manifestantes». Para el caso: no me corte los afluentes naturales, sino ímpidase que éstos vengan contaminados. 

El Gobierno regional intenta confundir medidas estructurales con medidas paliativas. No es lo mismo, ni de lejos. Por ese camino acabará aceptando la solución mágica de Vox, consistente en abrir las golas y convertir el Mar Menor en un brazo del Mediterráneo, desnaturalizando la identidad esencial de la laguna y en el supuesto de que el ancho Mediterráneo tiene tragaderas para asimilar la sistemática contaminación que produce la agricultura intensiva. Un modelo éste que intenta ser convalidado como una pieza del patrimonio regional, similar a la Catedral de Murcia o el Teatro Romano de Cartagena, cuando en realidad el negocio pertenece en su mayoría a multinacionales extranjeras. Siendo este factor, como es evidente, incluso en el discurso del propio Gobierno, uno de los principales motivos del colapso ecológico del Mar Menor, López Miras no ha hecho nada al respecto, ni lo hará, aparte de por las dependencias inconfesables del PP de ese entramado fáctico, porque carece de valentía ante Vox, que se ha hecho con la plaza del litoral marmenorense mediante la política del despendole económico, el negacionismo ecológico y el tira pa’lante. 

Sería algo muy sencillo, algo así como lo que hace años ocurrió con el río Segura, que bajaba infecto a su paso por Murcia. No se trata de desviar u ocultar las aguas contaminadas, sino de impedir la contaminación de las aguas. Es obvio: no nitrificar las aguas. Y para eso se requieren medidas radicales, estructurales, que solo el Gobierno regional puede adoptar. La alta política consiste en evitar la necesidad de limpiar mediante el método de no ensuciar. Este es el principio de toda acción medioambiental, curiosamente el propósito anunciado por López Miras para lo que le queda de legislatura, pero su método consiste en el siguiente esquema: yo permito que se contamine, y al Gobierno central le toca descontaminar. No hacen falta más policías, sino menos manifestantes, por favor.  

Sabido es que el adversario político del PP no es el PSOE, sino Vox, y todo lo demás es figuración. Todo lo que sucede en la política regional está condicionado por esa clave. El PP está minado por Vox en el Mar Menor, pero no solo ahí. También en el Valle del Guadalentín, donde los grandes propietarios de las macrogranjas ganaderas no disimulan el agradecimiento ante el hecho de que Vox fuera el único partido que no condenara el asalto al ayuntamiento de Lorca: tradicionales votantes del PP cabecean afirmativamente cuando se les sugiere que pasarán a ser votantes de Vox, se supone que ellos y el entorno social y laboral sobre el que irradian. 

Por si faltara para pipas, hay una imagen indestructible a pesar de que la sucesión de acontecimientos parece hacer olvidar las portadas de hace unos meses: Santiago Abascal conduciendo un tractor en la manifestación en Murcia contra el precio de los combustibles es ya un mito, como cuando Boris Yeltsin, excepcionalmente sobrio en aquel momento, se subió a un tanque en la Plaza Roja para certificar el fin del comunismo soviético. A muchos se les habrá olvidado, pero la foto de Abascal está intacta en los colectivos concernidos. Un icono gráfico que alentará muchos votos, entre otras cosas porque va más allá de una pose. De los políticos que conocemos, el único que encaja al volante de un tractor es Abascal, y esto a pesar de que es posible que, antes de esa foto, Abascal jamás haya conducido un tractor. No sé si me explico. 

Resumen: Mar Menor libre de restricciones, más apoyo incontenido a las macrogranjas, más activismo decidido en favor de los agricultores y transportistas (sectores mayoritarios en esta Región) acosados por gastos improductivos, igual a simpatía por el diablo, es decir, Vox. Frente a esa tendencia, los manoteos de López Miras quedan como de segunda división. El original se impone a la copia, y no por voluntad de ésta.

La prueba es que la cabra tira al monte, y el PP obvia el espíritu general de sus propias medidas en favor del Mar Menor promoviendo desde los Ayuntamientos ribereños de la zona nuevas urbanizaciones, alguna desde el municipio que gobierna el secretario general del partido, José Miguel Luengo, número dos de López Miras, bajo pretexto burocrático de que la moratoria establecida no afecta a los proyectos precedentes a su dictado. Es como si hubiera de suspenderse la urgencia de la eliminación de los impactos por la argucia de que éstos se escapan por causa de fechas a la norma restrictiva, algo así como el que se compró un perro para poder salir a pasear durante el confinamiento por la pandemia. El Gobierno central, vienen a decir, no toma ninguna medida para evitar los vertidos contaminantes al Mar Menor, pero a ellos no les importa incrementar la densidad habitacional de la zona, que es otro de los aspectos principales detectados como causa de la contaminación. 

El Gobierno regional, en definitiva, muestra una gran flexibilidad para adaptar su discurso. No le desamina el rosario de contradicciones que va dejando al paso. El otrora idílico Mar Menor, que en otro tiempo era tal ‘gracias a su gestión’, es hoy un problema gravísimo, pero la responsabilidad es del Gobierno central. También en su día López Miras se adelantó al control de la pandemia al confinar a los municipios de la costa, cosa que técnicamente no podía hacer hasta recibir autorización del Gobierno central, y cuando éste estableció el estado de alarma, el PP de Casado lo criticó por hacer lo que López Miras presumió al haberse adelantado, sin competencias, pero con efecto de propaganda. Y lo hizo estigmatizando a los turistas capitalinos (Titular de El País: «La irresponsabilidad de los madrileños: han entendido el confinamiento como unas vacaciones en la playa»), algo de lo que se ha olvidado este fin de semana al prestar rendibú a Isabel Díaz Ayuso en su congreso regional. 

Mientras López Miras se postraba ante la lideresa madrileña, asegurando que «lo que empezó en Murcia fue rematado en Madrid por Ayuso», evitaba recordar que, ante la moción de censura de PSOE/Cs, él no convocó elecciones, como aquélla, porque de hacerlo no podría haber concurrido a otro mandato, y dejó a su partido en el alero, que al final fue salvado en el poder por una serie de concatenaciones dependientes del factor humano y de intereses exógenos tramitados por García Egea. 

La entrega absoluta de López Miras al liderazgo de Ayuso, constituido este fin de semana a la búlgara en el congreso del PP madrileño, contrasta con los tuits que en el momento más crítico para la presidenta madrileña firmaron Luengo, número dos en el partido murciano, y Ortuño, mano derecha del presidente en el Gobierno regional. Ambos apoyaban expresamente a Casado y a Egea en su posición frente a Ayuso (pueden consultarse ampliaciones en vídeo en capturas de la TeleMiras7), y el propio López Miras, aunque salvaba la honorabilidad de Ayuso, se empeñaba en secundar prudentemente la posición de Casado/Egea. La adhesión incondicional de López Miras a Ayuso, registrada este fin de semana, clama al cielo, cuando en el momento crítico para la presidenta madrileña, el aparato orgánico e institucional de la Región de Murcia, con López Miras a la cabeza, apostaba por Casado/Egea, que querían destituirla por corrupción.

De este modo funciona López Miras, ejerciendo un permanente giro de guion, según le vengan dadas. España es así , señora, y también todo lo contrario.

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