La Opinión de Murcia

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Belén Unzurrunzaga

Salud y rock and roll

Belen Unzurrunzaga

Adiós, Macarena; gracias, Nadia

Hace algunos años intenté ver El cuento de la criada, una serie de gran éxito, basada en la novela de ciencia ficción con el mismo nombre escrita por Margaret Atwood en 1985. No pasé de los primeros capítulos de la segunda temporada; me dejaba un mal cuerpo terrible. La historia cuenta que en EE UU tras un golpe de Estado, queda instaurado un régimen misógino en el que las mujeres en la sociedad pasan a un segundo plano, donde su única misión es concebir, siendo apartadas de los centros de poder. Hay dos clases, las mujeres de los Comandantes, que están en la élite del poder, y las criadas, mujeres fértiles y sometidas a todo tipo de vejaciones y atrocidades. Mujeres que maltratan a otras mujeres, ¿les suena?

Sorprende que un libro escrito hace la friolera de 32 años esté tan próximo, y de ahí su éxito en la pantalla, a nuestro tiempo actual. En pleno siglo XXI parece increíble que tengamos que alzar aún más fuerte la voz y luchar por la igualdad y los derechos de las mujeres ante la irrupción de ideologías neofascistas que huelen a cerrao, arremeten contra las políticas públicas y avances en materia de igualdad, niegan la violencia machista y pretenden recortarnos libertades. Tienen cómo portavoces a otras mujeres, que desde mi opinión abanderan un discurso muy peligroso, más propio de un libro de ciencia ficción o de los años 50 que nos hace retroceder en derechos y libertades.

Como ejemplo, esta semana la candidata a presidir la Junta de Andalucía por Vox, aún diputada nacional en el Congreso, interpelaba a la ministra de Igualdad. Su discurso y su actuación, vestuario incluido, parecía un fragmento de la serie antes mencionada, y a mí me dejaba con el mismo mal cuerpo que la serie. «Mujeres de España [a lo Serena Joy, mujer del Comandante Waterford] el cambio empezará en Andalucía», así comienza uno de sus últimos discursos en la Cámara Baja y su primer mitin de cara a las elecciones andaluzas, «la familia debe ser el centro de todas las políticas públicas». Volver a los roles tradicionales, el hogar y el cuidado de los niños. Claro que sí, Macarena, «bienaventurados sean los mansos».

Menos mal que además del ruido neofascista que no aporta propuestas que ayuden a las mujeres, sino todo lo contrario y que sólo lanzan discursos populistas, hay mujeres en nuestro país que con hechos y promesas nos ayudan al resto cada día. Este es el caso de Nadia Calviño, que hace unos meses prometió no participar en una mesa de debate o photocall donde ella fuera la única mujer, y esta semana lo ha cumplido rehusando posar en una foto en un acto donde sus acompañantes eran sólo hombres. O peor aún, ¿recuerdan el palco de autoridades de la final de la Copa del Rey de fútbol en el estadio de la Cartuja en Sevilla hace unas semanas? Todo mal.

Y lo peor, parece que hablar de todo esto incomoda, nos tacha de feminazis o taradas. Chirrían a estas alturas del partido las fotos que todavía nos tenemos que comer de señoros en traje tocándose el dedo meñique, tendencia en los posados. O cómo colocan a una mujer en el centro, así no les pueden decir nada. Lejos de buscar la experiencia, discurso y valor de gran cantidad de mujeres en los diferentes ámbitos profesionales.

Si no somos capaces de ver todo el trabajo que queda por hacer en materia de igualdad, si no somos capaces de dejar de blanquear el mensaje neofascista y no vemos lo importante que es trabajar para que dentro de un año en las próximas elecciones autonómicas los que niegan la violencia machista ocupen Gobiernos autonómicos, yo ya no sé qué más tiene que pasar para que nos demos cuenta que el feminismo y su defensa no es de taradas, es de una lucha de todos, ahora más que nunca.

Hasta nunca, Macarena, tanta paz lleves como descanso dejas al marcharte de la Cámara Baja. Gracias, Nadia, tu gesto dice mucho de ti como mujer.

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