La Opinión de Murcia

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Divinas palabras

Como yo os he amado

Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado. La señal por la que conocerán todos que sois discípulos míos será que os amáis unos a otros. Evangelio del 5º Domingo de Pascua. Ciclo C. 15-5-2022

El Jesús de los evangelios sinópticos plantea la cuestión de los mandamientos desde la óptica de la simplificación de la ley judía: de diez lo deja en dos que son uno en el fondo. La disputa sobre la ley se centraba en la utilidad de las normas para obtener la salvación o «vida eterna». 

De otro lado, las disputas intrajudías versaban sobre cuál era la voluntad originaria de Dios a la hora de expresar su ley. La respuesta de los evangelistas sinópticos (Marcos, Mateo y Lucas) va en la línea de establecer un amor universal divino que se expresa en una ley concreta, la ley mosaica, pero que no se agota en ella. Dicho de otro modo, la voluntad salvífica de Dios no puede quedar atrapada en una palabras escritas, debe ser aplicada en la vida de modo que sea su sentido, su espíritu, y no su letra, lo que prevalezca. 

De este modo, las comunidades cristianas primitivas leían la Torá en un sentido amplio, desde la experiencia de Jesús de Nazaret.

El Cuarto Evangelio, el de Juan, tiene otras perspectivas. Se trata del evangelio más ‘judío’ de los cuatro. No vemos en él nada que pueda leerse como abrogación de la ley o superación. Al contrario, en Jesús lo que tenemos es un pleno cumplimiento de la ley. Esto lo vemos con claridad en el pasaje en el que Jesús da «un mandamiento nuevo». 

No se trata de un resumen de la ley o una interpretación; la ley queda intacta. Se trata de una ampliación: «Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado». Es un mandamiento más, que se añade a los diez anteriores. No es únicamente el amor entre los hermanos, pues eso ya estaba implícito en la ley judía, sino que se trata del tipo de amor: «como yo os he amado». 

El amor de Jesús en el Cuarto Evangelio es el mismo tipo de amor con el que las comunidades joánicas definen a Dios. La única definición de Dios en el Nuevo Testamento está en la primera carta de Juan: «Dios es amor». Pero amor, en griego se puede decir de varias maneras. Como eros, como philia, como ágape. El primero es el amor de deseo, el segundo el de amistad, el tercero es el amor de comunión, el que implica la gratuidad de salir de uno mismo para encontrarse en los demás. Este es el amor que define a Dios y que, por extensión, define a Jesús en las comunidades joánicas.

El Nuevo Pueblo de Dios suma a la ley del Antiguo Pueblo de Dios este mandamiento de amarse unos a otros de la misma manera que lo ha hecho Jesús. Si nos amamos, Jesús se manifestará en ese amor y por tanto lo hará Dios. Se trata de una transitividad de la divinidad: el amor que Dios es se manifiesta en Jesús y por su medio en la comunidad. De esta forma, la comunidad que ama es un trasunto de la divinidad.

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