Ay amiga, que esto no te lo esperabas, esto es un ver para vivir. Y tal vez hoy te hayas levantado agotada, pero no son tus remordimientos los culpables de ese cansancio que no te permite avanzar. Toca mirar a tu alrededor y entender que ese desgaste sólo es el fruto de algunas cuentas sin saldar, influencia de los que nos empujan hasta hacernos perder la razón, el equilibrio . Y que, por tanto, no tenemos más remedio que evitar.
Aceptamos el chantaje simplemente por el temor a las consecuencias que puedan recaer en esos que amamos, tal vez no sea justo, pero es que nos han enseñado que la felicidad es la ausencia del miedo, no saber a qué huele la ansiedad. Sin tener en cuenta que vivir desde la libertad que conlleva el desapego es complicadísimo en este nivel del juego de pisar almas. No dejan tregua a tanta inmundicia ni defensa al desamparo de quien nos quiere bajo su yugo a consta de lo que sea. Hemos sido engañados como grito de guerra, manipulados dentro de un laberinto con la puerta de salida tapiada a cal y canto.
Aquí no hablo de ningún nivel personal, me da que como sociedad es más de lo mismo. Basta una mente obtusa y cargada de maldad para ejercer de manipulador, levantar un dedo y ser venerado por la prole que admira las proezas del héroe, sin ahondar en lo que éste ha destrozado para llegar tan alto, eso de que el éxito es para la buena gente cada vez me lo creo menos. Será que he escuchado demasiadas veces ese himno que es Zapatos de piel de caimán de 091.
«Lo tendréis, sí, todo a vuestro alcance. Pero nada os pertenece... Me verás, voy buscando un resquicio una puerta sin cerrar. Aprendí el oficio de ser libre capeando el temporal».
Este canto tan necesario a la sinmemoria de unos y hacia la falta de ética de otros, es la mezcla corrosiva que se inventa el ganador mientras te oprime el cuello indiscriminadamente sin perder esa sonrisa de Joker que resulta insoportable.
Pero ahí estás, resistiendo ante la adversidad, pues sabes que si dejas de respirar el dolor que sientes pasará a otra víctima. Y las que hemos parido nos negamos a extender el mal, aunque para ello les dejemos ganar, dando como vencedores a quien desde lejos huele la debilidad que soportamos, mientras se abre más y más la brecha de esa herida que es extremadamente dañina e incapaz de cicatrizar. Y aún así nos dejamos vencer, porque nuestro premio es el de avanzar con la conciencia cargada de paz, sin más culpa ni desasosiego del que ya arrastramos.
Canción que escucho mientras escribo: Zapatos de piel de caimen, de 091