La Opinión de Murcia

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Angel montiel

La feliz gobernación

Ángel Montiel

La Glorieta se agrieta

El gobierno municipal de la capital murciana ha despedido a su equipo de comunicación, pero la imagen no es el problema, sino el agujero económico que retrasa la aprobación de los presupuestos y la disolución política de los socios de Ciudadanos, que no se hablan entre ellos y no responden a más disciplina que a sus propios intereses, con Mario Gómez a la cabeza

Ilustración Leonard Beard

Un entrenador de Segunda División sabe de antemano que si consigue colocar a su equipo en Primera la directiva del club lo sustituirá de inmediato por otro con más caché, adecuado a las exigencias de la nueva categoría. Se llama morir de éxito. De ahí que no quepa perplejidad alguna ante el hecho de que el gobierno municipal de Murcia haya despedido esta semana al equipo de prensa con el que transitó durante el largo periodo de oposición, antes de la moción de censura que elevó a los socialistas al poder en La Glorieta. Es lo normal. Mientras los partidos merodean en la oposición tienen jefes de prensa; cuando alcanzan el poder requieren estrategas de comunicación, expertos aparentemente milagreros, tipo ivanes o rodríguez, en realidad impostores.

Hace algún tiempo relaté con detalle a un alto dirigente socialista los particulares modos con que la secretaria general de la Presidencia del Gobierno regional, Mar Moreno, desempeña su función, su parcialidad en el trato a los medios y la agresividad del aparato que maneja contra la prensa no adicta, y no salí de mi asombro cuando escuché la respuesta:«Nosotros también necesitamos una Mar Moreno». Sobre el sesgo ultragubernamental de la televisión pública, su reflexión fue:«Salimos poco, pero lo suficiente para que nos conozcan en los pueblos». Es decir, no deploran la desinformación y la manipulación, sino que las envidian y aspiran a imitarlas en su beneficio, y prefieren aprovechar los restos que les ofrecen para justificar el banquete de los que se sientan, gozantes, a la mesa y distribuyen las migajas.

Los socialistas están en el poder en el municipio de Murcia, con diferencia el más importante de una Región escasamente vertebrada. Y ya no les basta con un gabinete de prensa que redacte las notas oficiales o que haga de filtro ante la insaciable demanda de los medios. Necesitan todo un aparato de comunicación que sirva no solo para responder al día a día sino para crear una imagen, elaborar un discurso, promover la idea de que existe un proyecto. Por lo visto, ha llegado la hora, en la recta final del mandato, de sustituir la gestión, que es más bien perezosa y amontonada, por una imagen de gestión.

Cuando los políticos cambian a sus equipos de comunicación, algo pasa, y más si lo hacen con cierta frecuencia. Tal vez sea que tales equipos no funcionen, que todo pudiera ser, pero también cabe que se atribuya a éstos hazañas de imposible cumplimiento si los políticos a que sirven no espuman. El pretexto más común de los políticos en lo que llaman autocrítica consiste en decir: «Lo hemos hecho bien, pero no hemos sabido comunicarlo». No reparan en que es imposible comunicar aquello que no existe. En la etapa anterior a la moción de censura hubo alguna consejera en el Gobierno regional que cambiaba de jefe de prensa cada fin de semana, como si cuando un automovilista circula en dirección contraria por una autovía estuvieran equivocados aquellos que avanzan correctamente.

Los problemas se acumulan en el palacete ribereño, y no se refieren a la comunicación precisamente. El primero y principal, y para perplejidad general, es que en la cabecera de mayo aún no hayan sido capaces de aprobar el presupuesto cuando la coalición de la moción de censura (PSOE, Ciudadanos y Podemos) dispone de una perfecta mayoría absoluta, razón por la cual lo vienen prometiendo desde la pasada Navidad y a cada mes desde entonces. Pero algo muy grave debe estar pasando para que uno y otro (el alcalde socialista, José Antonio Serrano, y el primer teniente, el naranjito Mario Gómez) se estén tragando sus propias palabras de reproche cuando el gobierno del popular José Ballesta y del mismo Mario Gómez se retrasaba en la aprobación de las cuentas, que en su caso era por obstrucción de Gómez, como ahora, según veremos.

Quizá también influya, de un lado, que Podemos no ande muy satisfecho con el grado sustancial de cumplimiento de las condiciones que impuso para votar a favor de la moción de censura y no se quiera dar por satisfecho con el consuelo de que no gobierne la derecha, cuando, en la práctica, parte de la derecha (el Ciudadanos de Gómez, que ya había gobernando seis años con el PP) sigue gobernando.

Para aprobar los presupuestos hay un problema de fondo: un agujero presupuestario de casi treinta millones de euros que impide plantearse objetivos expansivos, sino por el contrario, ajustes, so pena de bancarrota. Los ajustes no son un buen cartel para el próximo año electoral, pero tampoco parece posible inventarse otro presupuesto ficticio según lo que demandan especialmente las concejalías del bloque de Ciudadanos.

Serrano tiene una solución a mano, que no pasa por crear equipos de comunicación que intenten blanquear el estado de cosas, sino imitar el proyecto de inmediato futuro de López Miras en su caso, es decir, remodelar el gobierno despidiendo a los incómodos

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Porque a la grave situación económica hay que añadir la disolución política. Si al principio del pacto de gobierno los socialistas aseguraban sobre Mario Gómez que «lo vamos sobrellevando, como Azaña a Cataluña», ahora estamos ya en la fase de Companys, quien declaró la independencia, con Gómez ya fuera de control. Fuera del control de su partido, a cuya dirección no reporta;fuera del control del alcalde, quien sin haberle concedido la función de vicealcalde, título inexistente, suplanta, solapa y sustituye fuera de sus competencias formales como portavoz de grupo y concejal con estrictas competencias; y fuera del control de sus propios compañeros de Cs en el consistorio, con los que, salvo en el caso de Francisca Pérez, mantiene una relación convulsa. Con Pedro García Rex, a quien en su día un pacto entre PP y Cs que no se llevó a cabo porque se cruzó por enmedio el acuerdo nacional PSOE-Cs para la moción de censura, iba a colocar como portavoz municipal, relegándolo a él, la comunicación es inexistente, otros dicen que enconada. Rex, según testimonios de quienes lo escuchan murmurar en La Glorieta, está tentado de marcharse a casa, pero es que hasta el propio Gómez ha dejado caer en algún momento que, ante sus dificultades operativas, podría irse con Paqui al Grupo Mixto. No lo hará, claro, porque le gusta demasiado el poder.

Y esto, a pesar de que su capacidad de gestión es la que es, antes con el PP, y ahora con el PSOE. Su última demostración fue en las pasadas Fiestas de Primavera, con el fiasco de la venta de sillas para el Entierro de la Sardina, un sistema que no ha tenido problemas desde que Franco era cabo y que en sus manos se convirtió en un sainete, aunque, por supuesto, la culpa siempre es de otros. Si un concejal no sabe gestionar la venta de sillas para una fiesta popular ¿qué otros asuntos de mayor importancia deberíamos confiar en sus manos?

Y esto por no referirnos al toletole de su crítica central al PP, cuando gobernaba con él:los contratos menores, que ahora, en su manos, se realizan con el mismo sistema que prometió derogar, y parece que la garantía que esgrime es que antes los concertaba el PP y ahora están bajo su responsabilidad, como si eso significara que los ciudadanos de Murcia tuvieran que expresar una mayor confianza.

Ciudadanos es un partido que intenta recomponerse (ahora anda, también en Murcia, celebrando simposios para su readaptación), pero no puede hacerlo, al menos en esta Región, con los activos residuales que conserva formalmente en las instituciones, pues sus representantes se han dado, en la práctica, al transfuguismo con la etiqueta del partido en la solapa. Tanto Martínez Vidal como Juanjo Molina, los dos diputados que le quedan en la Asamblea, van a su bola (ni una sola iniciativa parlamentaria:ir, fichar y cobrar), y mucho más Mario Gómez en el ayuntamiento de Murcia. Por tanto, el PSOE gobierna el municipio con unos aliados cuya obediencia política es a sus propios intereses, tanto es así que ni siquiera conforman un grupo cohesionado. Se pelean por el presupuesto de sus respectivas concejalías cuando el Ayuntamiento está obligado, por sus propias finanzas y por la situación económica general, a reducir el de todas. Ajustes o bancarrota.

Serrano tiene una solución a mano, que no pasa por crear equipos de comunicación que intenten blanquear este estado de cosas, sino imitar el proyecto de inmediato futuro de López Miras en su caso, es decir, remodelar el gobierno despidiendo a los incómodos. Gómez sabe que esa es una posibilidad. Sabe que se puede levantar una mañana convertido en concejal raso y sin posibilidad de tumbar al gobierno socialista en el tramo que resta hasta las elecciones municipales del año próximo (esta vez no por su voluntad, como cuando se destituyó a sí mismo por unos días para concursar a una plaza del SMS en el hospital de Yecla, dándose por desempleado). Gómez es consciente de que está en el aire si el PSOE y Serrano tuvieran el arrojo suficiente para dar un golpe de timón como el que proyecta López Miras para su Gobierno. A Serrano lo calificarían de desagradecido, pues es alcalde gracias a Ciudadanos, pero Ciudadanos no existe como tal en el ayuntamiento de Murcia y, por lo demás, Roma no paga a traidores, pues Gómez es el responsable de que el PP de Ballesta gobernara un mandato y medio en la capital de la Región.

Que el PSOE lo eche, a sabiendas de que no se va a encontrar con él en el siguiente periodo, sería un ejercicio de justicia poética, al que Ballesta solo se atrevió mediante un pacto con la dirección central de Cs que llegó tarde. La crítica a López Miras por gobernar con consejeros sin más disciplina que a sí mismos no tiene consistencia si procede del PSOE, cuando en el ayuntamiento de Murcia gobierna con los excedentes de Cs, por lo demás peleados entre sí, figurante su portavoz de un partido que ya no existe ni cuenta, a no ser que se reconstruyera con ideas y personas diferentes a las que formalmente hoy lo representan en las instituciones de manera falsaria.

El gobierno socialista de La Glorieta puede que tenga un problema de comunicación con la sociedad, pues es dudoso que la mayoría conozca al alcalde (la gente, en las celebraciones de Semana Santa, aplaudía al exalcalde), a pesar de que en teoría el PSOE le ha encomendado la misión imposible de convertirse en el Carlos Alcaraz cuya muñeca ha de elevar electoralmente al partido en las autonómicas. Pero la gestión no ayuda a construir esa imagen, principalmente porque gobierna con un agente tóxico. Solo desembarazándose de él (el abuelo de Alcaraz le pedía que jugara «con cabeza, corazón y cojones») podría, en el último tramo, ofrecer señales de arrojo, identidad y autonomía.

Si el análisis del PSOE murciano es que su equipo de comunicación de cuando estaba en la Segunda División no le sirve para la Primera estará intentando blanquear un problema estructural que es, básicamente, político. Que es lo que vale. 

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