La Opinión de Murcia

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Belén Unzurrunzaga

Salud y rock and roll

Belen Unzurrunzaga

Amor líquido

En uno de mis ratos de charla esta semana tomaba notas sobre las distintas prácticas, a cual más terrible y a la vez habitual de cómo la sociedad actual se relaciona

Iván J. Urquízar

Esta semana por fin ha salido el sol y he podido disfrutar de varios ratos de desconexión en el barrio, acompañada de unas cuantas cervezas y conversaciones en buena compañía, de lo más interesante. Tanto que hoy no vengo hablar de Pegasus, de Garzón comiendo jamón, o de la comisión de secretos oficiales en el Congreso de los Diputados. Vengo a hablar de Amor líquido. ¿Saben lo que es? Yo tampoco lo sabía hasta esta semana, pero tras descubrir lo que ahora les voy a contar, quizás deba reconocer que pertenezco a esa tribu de seres humanos del siglo XXI que por comodidad, miedo o pereza, si algo no funciona, doy carpetazo y a por otra cosa.

Zygmunt Baumann, sociólogo polaco, es el creador del término, Amor Líquido, en su libro que lleva este nombre buceando he descubierto una de tantas frases para reflexionar, como esta: «Hemos olvidado el amor, la amistad, los sentimientos, el trabajo bien hecho. Lo que se consume, lo que se compra son sedantes morales que tranquilizan nuestros escrúpulos éticos». Es evidente que aquí hay un debate profundo sobre la sociedad actual, pero yo hoy me quedaré en la superficie, hablándoles de amor, o de todo lo contrario.

Quien me conoce sabe que mi manera de entender la vida pasa por una frase: La insobornable voluntad de ser libre. Y mira por donde, de esto va lo del amor líquido, pero ya les digo de antemano que no comulgo con las maneras de proceder de estos amores. Las relaciones no son como antes, el ruido de la vida, las preocupaciones, una pandemia que ha cambiado durante dos años la forma de relacionarnos, las redes sociales y las aplicaciones para ligar a modo de catálogo de carne, hacen que las cuestiones del amor se aborden de manera muy distinta.

En uno de mis ratos de charla esta semana tomaba notas sobre las distintas prácticas, a cual más terrible y a la vez habitual de cómo la sociedad actual se relaciona. El ghosting, la única que conozco y de la que escribí una columna este verano en el tejado y que desde mi punto de vista lo llaman ghosting por no querer llamarlo cobardía. Dejar una historia que no convence o aburre, dando la espantada sin dejar rastro. Vale que yo sea un sujeto líquido y que por pereza a estas alturas del partido no me apetezca establecer vínculos emocionales serios con nadie, pero de ahí a que me importe todo una mierda y no ser capaz de dar la cara y tratar a la otra persona como no me gustaría que me trataran a mí, hay un abismo.

Pero la cosa no queda aquí, mi sorpresa viene cuando me hablan del bombing, la acción que realiza una persona demostrando detalles amorosos muy exagerados en una etapa temprana de la relación que pronto se evapora. Miedito. Pero no se vayan todavía, aún hay más: gaslighting o ‘luz de gas’, una práctica que me ha cabreado bastante, es una forma muy eficaz de abuso emocional que causa que una víctima cuestione sus propios sentimientos, instintos y la cordura; en otras palabras, la definición de abuso, que me produce escalofríos. Y por último, aquí los que acuñan estos términos no han estado muy finos, porque pasamos del inglés a las ‘migajas de pan’, esas personas que nunca desaparecen, pueden pasar meses que en algún momento dan señales de vida. Algún nombre se me viene a la cabeza, pero sin duda de todas las nombradas es la más inofensiva.

Menudas maneras tan frías de comportarse en estos tiempos de egoísmo sin escrúpulos. Creo que se pueden compartir momentos con personas que nos aportan, nos atraen, nos seducen y seducimos, sin necesidad de hacer daño, o herir. Ya les decía que no me siento dentro de la tribu del amor líquido, pero eso no quita para que le dé la razón a Baumann cuando dice que nos hemos olvidado del amor, la amistad o los sentimientos. Me van a permitir que le replique al sociólogo ilustre: lo que ocurre, señor mío, es que cuando una baja la guardia, viene uno de estos adoradores de lo líquido y hace que me acuerde de lo maravillosa que es la vida en singular.

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