La Opinión de Murcia

La Opinión de Murcia

Nos queda la palabra

Es la educación

Julián García Valencia. L.O.

En mis tiempos de papel y boli apenas si nos fumábamos alguna clase. No había móviles ni para distraerse ni para ausentarse, pues no era cuestión de dilapidar una de las conquistas principales de la Transición, como fue que el hijo del obrero llegara a la Universidad. Era difícil porque la vocación tiraba al bar, el ecosistema natural del periodista. Además, compartíamos facultad con los de Cine, por lo que procurábamos no mirar al tablón donde se exhibían clásicos de la talla de Orson Welles. El césped verde de alrededor también era una tentación aunque tuvieras que contemplar el gris edificio que llevaba la firma de un constructor de cárceles.

Con perdón, me gustaban las clases y también alguna amiga de pupitre que jamás se perdía una ni se exponía al exterior pues del aula pasaba, con suerte, a la biblioteca. Otra cosa es el aprovechamiento, que alguna asignatura se me atragantó, pero lo que para mí era indigerible era traicionar el esfuerzo que realizaban mis padres. Gracias a ellos adquirí unos valores y una educación que me permiten ver el mundo de una forma crítica, como lo ha de ver cualquier periodista o persona con afán de mejorarlo.

Décadas después, el único móvil que parece faltar es, desde emisores autonómicos como el de Murcia, la motivación para alumbrar y, desde el receptor, la motivación por aprender. Encefalograma plano que adelanta la robotización, máxime en Comunidades como la nuestra que pasan de denunciar la supuesta excepción catalana educativa a convertirse en insumisos. Con Murcia a la cabeza de la rebelión, los mismos que se negaron a aceptar los ordenadores en la era de ZP rechazan ahora cambiar los libros de texto o aceptar las reglas aprobadas por el Parlamento.

Piensan que el rebaño va a estar siempre mirando a la tele, pensando en enriquecerse con las comisiones o en embarcar hacia Andorra. Es verdad que ya nadie va a clase, pero espero que, como mi admirada Julia Otero, no olviden nunca de donde vienen.

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