La Opinión de Murcia

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Herminio Picazo

Verderías

Herminio Picazo

¿Nos sorprende el clima?

Acumulaciones de granizo sobre los invernaderos M.F.

Parece que estamos muy sorprendidos por cómo el clima nos está tratando. Tanto aquí como en todas partes y sitios del mundo. Este periodo sorprendente de lluvias, este sorprendente granizo, este tornado por sorpresa, el sorprendentísimo calor que nos va a hacer este verano, la sorpresa de una intensa Dana, unas inundaciones o el calor de las aguas que junto a los nitratos nos llevará a la siguiente sopa verde en el Mar Menor.

Pues de sorpresa nada. Lean los labios de los científicos: No es el destino, es el cambio climático.

Sabemos que ya hay certezas abrumadoras sobre el efecto que el calentamiento global está teniendo en los complejos fenómenos que constituyen la meteorología (y el clima, que, ya saben, no es lo mismo). Se acumulan las series históricas y los récords climáticos. La estadística habla y el saber popular no lo niega: Nunca nevó tan poco, estas lluvias en esta época son rarísimas, el tamaño del granizo es lo nunca visto.

Si la locura del clima no tuviera consecuencias económicas igual hasta sería divertido como elemento que enriquece las conversaciones de ascensor. Pero los daños son muchos. La inestabilidad climática, y sobre todos sus extremos, es enormemente inconveniente para la agricultura, y además genera fenómenos catastróficos que conllevan daños en las infraestructuras e incluso en los bienes y las vidas de las personas.

Pero no sólo son los fenómenos extremos del clima los que condicionan la actividad económica y hacen el futuro más incierto, sino el propio cambio prolongado en las condiciones climáticas de los sitios ante el que aún no estamos preparados. Nuestra capacidad de adaptación, por ejemplo en la agricultura o en la política de defensa ante las inundaciones, es forzosamente más lenta y menos certera que la rapidez y la incertidumbre con la que está cambiando el clima.

Por eso es evidente que ya tardamos en reaccionar contra el calentamiento global. La transición hacia una economía baja en carbono es la única opción para parar esto. O al menos para que el avance no sea tan desbocado y tener más tiempo para preparar mejor nuestros sistemas, nuestras sociedades y nuestros modos de producción a las nuevas condiciones. No hay otro modo de hacerlo. 

Carbono cero (o casi cero) o grados cien (o más de cien). Las soluciones y las políticas están ya sobre la mesa, y se llaman electrificación, hidrógeno verde con cabeza, cierre mundial de plantas térmicas, fomento del autoconsumo, economía circular, y tantos otros conceptos que ya están maduros y a los que solo le falta que la clase política y los sectores económicos mundiales terminen de creer en ellos.

Tal vez lo único esperanzador sea observar cómo, al menos en las sociedades más desarrolladas, la conciencia sobre el problema del cambio climático va calando en serio en la población. Ya lo sabemos y ya nos lo creemos. Igual hay futuro.

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