La Opinión de Murcia

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Angel montiel

La Feliz Gobernación

Ángel Montiel

La escapada del equilibrista

Durante las fiestas ha hecho campaña electoral, incluso en los feudos de su oponente, para un congreso que no querría que se celebrara

La escapada del equilibrista.

Así habló Feijóo, bien oiréis lo que decía: «Solo voy a juzgar a los dirigentes [del partido] por una cosa: por sus resultados electorales, y una persona que pierde las elecciones no puede seguir en su puesto. Aquí se viene a ganar. Y ganar significa mejorar los resultados electorales». Y añadía: «Cuántas veces se ha presentado usted, qué resultados tiene, qué resultados tenía antes y qué resultados tiene ahora. Vamos a objetivar las cosas (...). Si un político quiere tener una biografía llena de derrotas, yo, desde luego, le diré como compañero ‘oye, apártate de esa biografía, a lo mejor hay otro escenario para ti’: puede ser un buen parlamentario, pero no puede ser un buen líder».

Estas declaraciones están extraídas de la entrevista que el jefe nacional de los populares concedió al diario Abc el pasado 10 de abril. Leídas desde Murcia en su literalidad reproducen un retrato al óleo de Fernando López Miras. El presidente regional del PP no ha ganado una sola elección desde que ejerce el cargo (europeas, dos generales, autonómicas y municipales; en todas ha sido rebasado, unas veces por el PSOE y otra por Vox), y ha empeorado los resultados obtenidos por su antecesor en la que él aparecía en el cartel. Por lo demás, la última encuesta del doméstico Cemop empeora sus expectativas respecto a la anterior cata, y queda lejos de poder limitar su necesaria alianza con Vox al apoyo parlamentario; tendría que incluir a éste en el Gobierno, y esto en el mejor de los casos. 

Pero López Miras podría alegar tras leer su propio perfil en las palabras de Feijóo: a pesar de todo, gobierno. Gobierna, sí, pero a qué precio, después de haber convertido la Asamblea Regional en el patio de Monipodio y a su propio Gobierno en una secuela de El jovencito Frankostin.

EL DERROTADO EXCEPCIONAL.

Ahora bien, desde el gabinete de Mar Moreno, la voz en la sombra, se ha reelaborado la ‘doctrina Feijóo’ y se pretende dar a entender que todas las leyes incluyen alguna excepción. López Miras sería esa excepción, pues queda implícito que al PP no le vendría bien un cambio de liderazgo un año antes de las elecciones autónomicas, lo que conllevaría una bicefalia en esa etapa delicada de tránsito, formato poco querido entre los populares. Así, López Miras se agarra a esa rama en su caída al abismo tras la desteodorización e intenta retener a sus ‘bases’, que sabe tan huidizas como él mismo ante el olor a los cambios.

De hecho, los más de quince días que van desde el Viernes de Dolores hasta el Entierro de la Sardina los ha dedicado a hacer una campaña electoral precongresual por toda la Región, y no ha habido santo, Cristo ni Virgen que no haya procesionado sobre sus hombros ni chipirrín que no haya danzado ni juegos florales que no haya exaltado por ciudades, pueblos, barrios y pedanías. Por supuesto, ha incluido en su itinerario pasional y festivo aquellos enclaves en que se supone que existe alguna expectativa más o menos declarada ante el ‘paso adelante’ que con toda seguridad dará la alcaldesa de Archena, Patricia Fernández. Todo para testar el territorio comanche y proyectar la buena nueva de que Génova no quiere líos, ni siquiera para desliar lo liado.

¿Campaña congresual, digo? Para eso tendría que existir la posibilidad de un congreso. El propio López Miras lo pidió al inicio del nacional de Sevilla, en previsión de que Patricia Fernández lo hiciera a su conclusión. Pero el previsible adelanto de las elecciones andaluzas lo postergará, y en septiembre, a menos de un año de las autonómicas, habrá una nueva razón para impedir que el presidente murciano relegue su paso por las urnas populares, como ya viene ocurriendo desde hace años, de tal manera que por los plazos estatutarios se podría decir que López Miras es presidente en funciones, o en prórroga, como sus concursos públicos. Y como éstos, no se resuelven hasta que todo conduzca a lo preestablecido. 

¿QUIÉN TEME A VIRGINIA WOOLF?

Llama la atención que se diga que el presidente, después de su contacto en la maldecida sede de Génova con Feijóo, donde supuestamente recibió la bendición del gallego, se sintiera ‘aliviado’. Aliviado, ¿por qué? ¿Tanto teme a Virginia Woolf? ¿Necesita un congreso en que lo tutelen desde Madrid con mensajes para que nadie ose hacerle frente? ¿Qué clase de liderazgo sería el resultante?

Los antecedentes son desoladores a este respecto. Recordemos que el auge de López Miras en el PP se debe, en primer lugar, al dedazo de su antecesor, que lo nombró en vivo y en directo ante la dirección inconsultada del partido, y después revalidó la plaza en un acto que, más que un congreso, parecía una verbena en la que si alguien se movía no aparecería en la foto de los cargos públicos en juego. Como la nueva dirección saliente no resultó operativa, entre otras cosas porque ni se reunía ni ejercía, López Miras la cambió recientemente, también a dedo y con diseño de Teodoro García Egea, también para el Gobierno, de modo que al día de hoy el PP se gestiona con unos dirigentes que no han sido elegidos por los militantes y un presidente que ha prolongado su mandato sin someterlo a escrutinio e incluso aspira, en realidad, a llegar a las elecciones saltándose la letra de los estatutos. 

Por si había alguna duda, el primer mensaje que se transmitió desde el PP después de que Ícaro García Egea suspendiera su vuelo por desatender la prudencia de no acercarse al sol (más en concreto, a la Puerta del Sol) ante la expectativa de un congreso, ya en serio, y largamente aplazado, fue que nadie osara romper la unidad del partido como si la libre concurrencia ante la celebración democrática de una elección de acuerdo a lo que obliga el reglamento interno resultara un acontecimiento hostil para la organización. El partido de la libertad, según copia y pega ayusista de López Miras, es poco libre en su fuero interno, como las Nuevas Generaciones, a las que no dejan hacer su congreso hasta tanto no se perciba que saldrá elegido el candidato adecuado. 

EL CASO CALERO-VALCÁRCEL.

El supuesto de que un congreso libre y abierto es perjudicial para el partido en una antesala electoral lo desmiente la propia historia del PP murciano. En noviembre de 1993, cuando López Miras aprendía a tocar la flauta, se enfrentaron al todo o nada Juan Ramón Calero y Ramón Luis Valcárcel. El primero era en ese momento el presidente del partido; el segundo, el vicepresidente. ¿Habría, sobre el papel, una mayor fractura interna? ¡Qué horror, van a destrozar el partido! se diría hoy. Pues bien, ganó Valcárcel: 667 votos frente a los 457 de Calero, según la hemeroteca. La cosa fue enormemente competida, de lo que di fe en los más de cien artículos que escribí entonces, buscando fuentes durante días, noches y madrugadas en lugares inverosímiles y entre personajes en algunos casos indescriptibles. (Eran otros tiempos, claro, y las energías, inaplacables, aparte de que por entonces me divertían estos lances). A lo que vamos: lo que hizo el ganador a partir de ese momento fue integrar a los mejores del equipo de Calero y formatear el partido sin más exclusiones que las de los autoexcluidos. Resultado: desde entonces y hasta López Miras, el PP ganó una tras otra todas las elecciones, algunas de manera extraordinariamente espectacular: ocho de diez diputados al Congreso o 33 escaños de 45, apenas unos pocos puntos rojos en los municipios de la Región, y una eurodiputada por Murcia, por lo demás reelegida. 

Traigo esta historia vintage a colación, que requeriría una evaluación desde otras perspectivas, solo a propósito de las falsas precauciones acerca de la oportuna inoportunidad de un congreso, y es que aquel cónclave a cara de perro no solo no hundió al PP sino que lo revitalizó hasta el punto de que todavía hoy, incluso con el uso de perversos subterfugios y utilización interesada de personalismos extrapolíticos, no hay manera de desbancarlo del poder autonómico. Es verdad que en aquellos primeros 90, Valcárcel contó con el apoyo de Aznar a través de quien entonces era su secretario de Organización, Rajoy, y que la progresiva erosión del felipismo dio alas en toda España al PP, también al murciano, pero lo que quiero subrayar es que el pretexto de la ‘unidad’ para eludir responder a un pulso político bien definido ante las urnas del partido es un recurso antidemocrático y falaz, pero sobre todo expresivo de la propia debilidad.  

DEMOSCOPIA AL MINUTO.

Tengo dicho que López Miras es un político con una excelente disposición para el oficio, como hay pocos. Maestros ha tenido. Otra cosa es su calidad de gestor, que por estar tan a la vista no requiere comentario. Pero como artista político no le gana ni Santiago Sierra, pues sus performances para la supervivencia serían dignas de la Bienal de Venecia. Para su actual recorrido ha firmado un convenio con la UMU para la creación de la Cátedra de Políticas Públicas, de la que se hacen lenguas en el ámbito universitario, con la habitual prudente sordina en este ámbito, por el hecho de que su financiación alcance los 90.000 euros, cuando lo habitual en este tipo de convenios se reduce a los 20.000 o los 30.000. ¿Qué cometido tendrá esa cátedra, de denominación inexpugnablemente abstracta? Dicen por ahí que producir estudios demoscópicos para arrimar al Gobierno, sin los filtros públicos a que se obliga el Cemop por contrato con la Asamblea Regional, sobre la evolución de la opinión pública, vulgas encuestas de intención de voto, seguimiento al minuto. Aseguran desde el propio claustro que por ahí anda, más o menos solapado, Ismael Crespo, el sociólogo que cocina para el PP, a veces a sueldo. Si es así, es decir, como parece, serían más instrumentos públicos al servicio de una vocación de permanencia en el poder.

¿OTRO CAMBIO DE GOBIERNO?

En ese contexto se inscribe un rumor insistente que procede del entorno íntimo de San Esteban. El presidente estaría calculando llevar a cabo una nueva remodelación del Gobierno que en esta ocasión no estaría urgida por imposiciones externas, sino por su propia voluntad, de acuerdo a la demanda de sus propaganderos que le sugieren que dé un golpe de timón para demostrar que no está condicionado por la parte del Ejecutivo adjunta al PP. Así, se propondría destituir a la consejera de Educación, Mabel Campuzano, (cuota exVox, pero ella ya misma ex de exVox), e incluso suprimir la consejería de Transparencia, un pegado postizo insertado por Cs, cuando Cs pretendía ser Cs, y más: tocaría a su propio bancal, donde tiene tajo para tajar, empezando por el consejero tuitero de Fomento, Díez de Revenga, tan dicharachero como incompetente, y algún otro. A poco más de un año de las elecciones, a López Miras le daría igual que Campuzano se rebelara en la Asamblea, pues ya tiene aprobado en ella todo lo que tenía que aprobar. Salvo la reforma de la Ley Electoral, pendiente para septiembre, pero de la que podría prescindir porque ya le resulta difícil convencer a Vox de que le beneficiaría no obtener escaños en el Noroeste o el Altiplano y porque, seamos serios, hasta López Miras consideraría porno que cambiaran las reglas del juego pocos meses antes de la final del campeonato, añadida ésta a reformas anteriores, como la Ley del Presidente, hechas a medida para él y sus circunstancias. ¿Y si la creación de nuevas circunscripciones acabara beneficiando al PSOE? Hasta ahora, lo que López Miras puede aportar es que la Región de Murcia pertenece al modelo francés, es decir, que la cosa está entre la derecha y la extrema derecha y que la izquierda no está ni se la espera (ocurriría con él o con cualquira, pues la rendición del PSOE es autónoma). ¿Para qué dar nuevas oportunidades al bipartidismo histórico en comarcas en que los socialistas tendrían opción? Por otra parte, laminar a Campuzano lo reconciliaría con el Vox genuino. En estas cosas es en las que dicen que está pensando: en dar un golpe de autoridad ante el inevitable congreso interno de su partido que habría querido evitar y que de celebrarse en algún momento aspira a que sea, para su alivio, con la protección de Génova, a pesar del público veto de Feijóo a los perdedores. López, la excepción, ya que está.

Transmite nerviosismo e inseguridad, pero confía en la suerte, que siempre lo ha acompañado.

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