La Opinión de Murcia

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Nos queda la palabra

Esas manos

Los del Sur y más si somos latinos nos llevamos la fama, que diría el famoso primer ministro holandés de nombre impronunciable y olvido fácil. Pero lo del Parlamento inglés es para, sorry, mear, como mínimo, y no echar gota. Bien es verdad que algunos toman al Congreso español por un burdel en cuanto a su lenguaje soez y a sus no menos efusivos aspavientos para ocultar su falta de argumentos, pero si hablamos de sexo no hay nada como la disciplina inglesa. Con Johnson a la cabeza, alumno aventajado del avejentado Trump, el orden del día de sus sesiones ya las quisiera yo para mi mejor fin de semana.

Allí, en Westminster, el británico premier (no hay nadie que ose adelantarse a él en las fiestas que se montan) no sólo se tiene que enfrentar al berreo de su oposición liberal sino que una de sus líderes, que se sienta enfrente, no cesa de cruzar las piernas, al modo de Instinto Básico, para distraerle de su discurso, lo que él considera una gran excusa para explicar su inutilidad.

Día sí y noche aún mejor, no es difícil ver en los escaños las caras emocionadas de algunos de los diputados tories disfrutando de vídeos porno, lo que deja el Candy Crush de nuestra querida Celia Villalobos en mantillas, andaluzas por supuesto.

Otros consideran a sus compañeras buenas armas no por su oratoria sino por sus otras cualidades físicas.

Hasta 56 diputados de la pérfida Albión han sido objeto de Críticas y Quejas por acoso sexual en un tribunal creado al efecto. Ya no son noticia los llamamientos periódicos a tener las manos quietas en una especie de promiscuidad y machismo que, junto a la Reina de Inglaterra, constituyen las señas de identidad de la Gran Bretaña.

Y yo que creía que el sol era la alegría, resulta que es la lluvia la que genera mentes calenturientas. Así, pues, cuidado que el paraguas ya forma parte de nuestras vidas.

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