El pasado jueves, Sánchez propuso a Feijóo una serie de acuerdos o pactos de Estado, como el gusto por lo pomposo prefiere denominar. La propuesta abarca muchos aspectos importantes de la gobernación que van desde la gestión de las consecuencias de la guerra de Ucrania en particular y la política exterior en general, hasta la transición energética, la gestión de los fondos europeos y así hasta un total de once apartados, todos ellos trascendentales para salir del atolladero en el que nos han precipitado la pandemia, la guerra de Ucrania con su crisis energética derivada y el cambio climático.
Pensemos que desde 1992 hasta la fecha se han sucedido hasta cinco leyes orgánicas de educación: LOGSE, LOCE, LOE, LOMCE y la actual LOMLOE o Ley Celaá. Eso quiere decir que cada vez que ha habido un cambio de mayoría parlamentaria se ha promulgado un nuevo marco educativo sin que haya habido ‘pacto de Estado’ que lo evitara. Esto pone de relieve lo importante que sería incluir la educación entre los temas para concertar entre los líderes de PP y PSOE.
Los docentes están más que hartos de tanto cambio de marco legal. Especialmente teniendo en cuenta que muchos de estos cambios han tenido un marcado sesgo ideológico y que el resultado más palpable ha sido el cambio de la práctica docente real en un único sentido: aumentar ad nauseam la carga burocrática del profesorado. El propio Consejo de Estado advierte de que la ultimísima norma —la LOMLOE— «se ha traducido en una progresiva abstracción de las descripciones de las materias», una «creciente complejidad» y un «excesivo detalle que dificulta su accesibilidad para una importante porción de la sociedad a la que la norma va dirigida».
Hay, para mí, un aspecto esencial que realmente sí produciría cambios sin duda necesarios en la práctica docente y es la formación —inicial y continua— del profesorado de Primaria y de Secundaria, por lo menos. Nunca se ha abordado seriamente. Hacer eso antes que las leyes, cuya sopa de letras roza ya lo grotesco.
