La Opinión de Murcia

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Jutxa Ródenas

Erre que erre (Rock’n’roll)

Jutxa Ródenas

Somos incomparables

Ganarse una reputación para que un día alguien te diga eso de «tú no eres como las demás». Y que nos lo tengamos que tomar, encima, como cumplido. Seguramente el que lo afirma es un ser superior que las conoce a todas y tiene la certeza de lo que le falta a cada una, ni siquiera es vanidad, pero siempre es lo mismo. 

La mujer como puzzle, piezas variopintas cargadas de admiración y compasión, observadas desde una perspectiva crítica llena de debilidades e incoherencias que para nada deja en buen lugar al adulador misericorde que nos perdona la vida por ser lo contrario a otra que pasó por la suya.

Tras unos cuantos fracasos en esto del cuore, casi he decidido intimar primero con el círculo de féminas que han pasado por la vida del partner que acaba de aparecer para poner a bombardear más a prisa un corazón tumbado al sol, que a él mismo. Créanme, no es competir, es saber jugar la partida de póker con la huella que otras dejaron. 

Personalmente no encuentro halago en que tu Don Juan de turno te quiera por el hecho de ser diferente a su ex. Ten claro que esa ex eres tú misma en boca de otro. Y claro, desde el Pleistoceno Superior todas sabemos que ser como las demás es malo, lo realmente reconfortante es mirar al resto de mujeres y que surja la magia en una competición banal y dañina. La que hará que nos sintamos enemigas con la misma intensidad con la que un día nos hicieron creer inferiores, fruto por cierto de una ideología patriarcal que aún hoy nos divide por secciones. 

Si en algo estaré eternamente agradecida a mi madre es a no haberme educado como a una princesa preparada para el éxito en el amor, para hacer una buena boda o un par de mejores divorcios. Ella, casada bajo amenaza en plena adolescencia, me enseñó que el verdadero triunfo es ser la mejor; trabajar con nobleza y corazón, tener las alforjas siempre cargadas de impacto positivo, con la autoridad moral para saber que la conducta que suponga dolor a otro se descarta del plan, con la capacidad absoluta de construir relaciones enriquecedoras y la sensación de crecer cada día como ser humano. Pero sobre todo con el logro diario de irte a dormir con la conciencia en paz. 

Mi propósito esta semana era homenajear por su aniversario a Bette Davis, y casi sin proponérmelo, así ha sido. A la catalogada de soberbia, egocéntrica, caprichosa y despiadada por los estatutos del varón, la que destilaba fuerza y seguridad bajo una personalidad forjada a fuego y martillo. La que jamás consintió ser comparada con otras.  

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