La Opinión de Murcia

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La cápsula del tiempo

¿Qué guardarías de la Región para la posteridad? La Base Aérea de Los Alcázares

El 22 de noviembre de 1915 el piloto Engel efectúa el primer vuelo de un hidroavión, no militar, desde esta base sobre las aguas del Mar Menor

La base aérea de Los Alcázares

Una pregunta sencilla entre amigos: ¿Qué guardarías de la Región de Murcia para la posteridad en una cápsula del tiempo? Las respuestas han sido rápidas y bastante sorprendentes, en muchos casos. Todos tenemos algo de nuestro entorno que no nos gustaría perder, necesariamente no ha de ser algo actual, también sirven los recuerdos y las huellas del pasado, aquello que conocemos y quisiéramos poder compartir con las generaciones venideras. Vamos a ir llenando, cada miércoles, nuestra muy elástica cápsula hasta que ya no quepan más cosicas.

Juan Antonio Olmo Fernández-Delgado, doctor en Medicina y especialista en Rehabilitación

Entrando a Los Alcázares desde el sur nos encontramos estas instalaciones militares que, formando parte del paisaje, casi nos pasan desapercibidas, cuando son o deberían ser un patrimonio con el que sentirnos muy orgullosos, como nos indica el doctor Olmo, y les cuento el por qué.

A principios del siglo XX, de forma casi paralela a los primeros vuelos con aeroplanos, se desarrollan y ponen de moda los hidroaviones. En España, gracias a los vuelos en Bilbao del francés Beaumont, ya se conocía este tipo de avión en 1912, despertando el interés del Ministerio de Guerra que, en 1914, encarga al coronel de ingenieros Pedro Vives y Vich, director del Servicio de la Aeronáutica Militar, el proyecto de buscar el lugar más adecuado para establecer una base de hidroaviones en territorio español. 

Un año después el coronel Vives presentó un informe en el que propone como emplazamiento idóneo la localidad marmenorense de Los Alcázares. Así, en 1915, entra en la historia de la aeronáutica militar española este aeródromo, como primera y única base escuela de hidroaviones hasta 1920.

El capitán de ingenieros Enrique Vidal será el encargado de levantar el primer edificio, sobre los terrenos recién adquiridos al sur de la población, propiedad de Isabel Fuster y Gerardo Murphy. Se trataba de un barracón multiusos: pabellón de oficiales, comedor y taller mecánico.

El 22 de noviembre de 1915 el piloto Engel efectúa el primer vuelo de un hidroavión, no militar, desde esta base sobre las aguas del Mar Menor.

Entre 1921 y 1936, periodo de mayor importancia del aeródromo de Los Alcázares, la denominada Escuela de Ametralladores y Bombarderos o Escuela de Tiro y Bombardeo, bajo el mando del comandante Kindelán, cuenta con los elementos más modernos de enseñanza. La isla de La Perdiguera, cedida por su entonces propietario, el Conde de Romanones, sirve para las prácticas de bombardeo aéreo con fuego real. Estratégicamente estas instalaciones la hacen referente en los libros de ruta de los grandes vuelos nacionales e internacionales del momento.

El comandante Ricardo Burguete se hace cargo de la base tras la instauración de la Segunda República, en 1931. Su paso por ella deja honda huella, hasta el punto que en 1934, fallecido el comandante, en honor a su memoria pasará a llamarse Aeródromo Burguete.

Su importancia en los primeros momentos de la Guerra Civil, como base afín a la República, con la denominada Columna Ortiz, hizo que fracasara la sublevación de la base aeronaval de Santiago de la Ribera, perteneciente a la Marina. Se convierte en la cabecera de la Segunda Región Aérea, como apoyo de los aeródromos del interior del territorio, en las operaciones de los frentes de Levante y Andalucía.

Será en estas circunstancias cuando en 1937 se amplían las instalaciones y el campo de aterrizaje hacia el Sur, en el espacio de la marina del Carmolí. En las faldas del monte volcánico del mismo nombre se abren galerías para el polvorín y en dicha marina se instalan las Escuelas de Alta Velocidad y Vuelo Nocturno. Hoy prácticamente nada queda de toda aquella infraestructura y pocos son los que identifican las ruinas, a punto de desaparecer, con su antiguo uso militar.

Tras el fin de la contienda civil la base de Los Alcázares inicia su declive; la unificación de la aviación militar en el Ejército del Aire, el cierto declive del hidroavión como herramienta militar, la reestructuración de la propia base en favor de la de La Ribera, más moderna y de mayor amplitud, hacen que se considere poco apta para el vuelo y cambie su función, primero como Academia de Oficiales del Arma de Tropas de Aviación, desmontándose parte de sus instalaciones, como el gran hangar que albergaron los talleres, y en 1947 Academia Especial del Arma de Tropas de Aviación e Intendencia del Ejército del Aire. A partir de entonces ha ido cambiando su utilización en sucesivas ocasiones hasta 1997, en que pasa a integrarse como parte secundaria de la Academia General del Aire, con base en La Ribera.

Esta decadencia ha supuesto también la desatención en su conservación arquitectónica, de un interés indiscutible. Pabellones tabicados por desuso, pérdida de parte de los grandes espigones sobre el mar, y los que quedan en gran riesgo de desaparecer, unas inundaciones en la zona que hicieron desaparecer un tramo de la valla perimetral, elemento que parece molestar especialmente, pues es frecuente que incomprensiblemente, al menos para mí, sea lo primero que se elimina en los recintos (véanse las actuaciones en el Cuartel de Artillería o la Cárcel Vieja de Murcia).

Seamos conscientes de tener un enclave histórico digno de la mayor consideración que bien podemos equiparar a las fortificaciones o castillos de otros tiempos y que, al igual que estos, cuenta hasta con sus particulares leyendas y fantasmas, según dicen, pero eso es otra historia.

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