La Opinión de Murcia

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El Prisma

Huelga de transportistas: demasiadas coincidencias

Mientras se dilucida si el paro de transportistas ha sido un huelga o un lock out no queda otra que reconocer que ha tenido tintes de los dos. Por una parte, en origen, la convocatoria de un grupo minoritario de camioneros, organizados en una entidad gremial minoritaría y con lemas cercanos o idénticos a los que se oyen en el Congreso y en las calles de boca de la extrema derecha.

De otro, la extensión progresiva del paro, a pesar de la oposición abierta de las organizaciones patronales mayoritarias, refleja un malestar innegable que no solo afecta a los participantes en la protesta: guste o no, la guerra de Ucrania ha sido la espoleta de una crisis energética que recuerda en algunos aspectos a la del 73 del siglo pasado.

Se venía mascando el problema desde hace muchos meses, gracias a la falta de reacción del Gobierno ante la escalada de precios de la energía en general y la taimada avidez de las compañías eléctricas, petroleras y gasísticas, sacando los mayores réditos posibles a costa de los bolsillos ciudadanos para repartir a sus directivos sustanciosos cheques sin pudor, tasa ni tino. Situación similar, por cierto, a aquella que derivó en el rescate a la banca y el procesamiento de algunos de los listos que se forraron mientras naufragaban las cajas de ahorro.

El Gobierno de Sánchez ha sido pillado en bragas, permítase la expresión. Sin previsión, lento de reflejos, fiándolo todo a la reforma de la normativa energética de la UE, ha sido incapaz de atajar el asunto, como venía siendo inhábil para cortar la escalada de precios de los recibos del gas y de la luz desde hace demasiado meses.

Los huelguista iniciales tenían, y tienen, claro ánimo de agitación política, que recuerda la ‘huelga’ de transportistas de Chile que fue el lock out que preparó el terreno para el golpe militar contra Allende, basándose en un descontento creado por los propios ‘huelguistas’. También llama la atención que Vox ha sido quien más ha jaleado a esos huelguistas, con claros mensajes antigubernamentales, antisindicales y antipatronales, dirigidos estos a las organizaciones mayoritarias. Muchas de esas asociaciones del transporte, y la mayoritaria de autónomos, se pronunciaron contra la huelga orquestada por la Plataforma de Defensa del Transporte, encabezada por personajes con discurso y actitud en la línea precisa que une a Abascal con Le Pen o con Éric Zemmour.

El resultado, además de un final pactado entre los actores principales, sin interferencias interesadas, ha sido el de unos cuantos huelguistas encangrenados y millones de perjuicios directos a consumidores, usuarios, comercio minorista y mayorista sin vela en este pretendido entierro del gobierno socialcomunista. Especialmente afectados han sido los de menor poder adquisitivo y las empresas empleadoras de todos los sectores que necesitan los suministros para continuar su actividad normal y, además, han visto encarecerse los precios por la carestía provocada por el paro.

Total: irresponsabilidad social y no derivada del derecho de huelga. Por demás, se han producido escándalos horrísonos en muchas ciudades, provocados intencionadamente por los huelguistas manifestándose. En Murcia, volvió la ocupación estentórea de las principales arterias, para incomodidad de vecinos, viandantes y pacientes de hospitales, como señalaron médicos e internados en el Reina Sofía. Todo en la mejor línea de las protestas protagonizadas por energúmenos en tractores y camiones alentadas igualmente por la extrema derecha, a las que nos vamos acostumbrando mientras al presidente regional le falta tiempo para situarse del lado de los más gritones. Quizá para olvidar por un rato una cualquiera de las crisis de ruptura de su mayoría que le agitan un día sí y otro también, gracias a la incontrolable peña de extrema derecha a la que regaló consejerías para mantenerse en el machito. 

Bonito panorama.

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