La Opinión de Murcia

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Divinas palabras

Los códigos de deshonor

Las parábolas pretenden romper la estructura mental de los oyentes y lo consiguen con la sola exposición, sin explicaciones

Hay un texto sobradamente conocido por el público en general que es llamado «parábola del hijo pródigo». Esta parábola ha sido interpretada tradicionalmente como una alegoría del amor de Dios que acoge al pecador arrepentido, pero su interpretación adecuada, atendiendo al núcleo histórico de la parábola, es decir, a lo que Jesús contó de verdad, puede estar en otro lugar.

Lucas ha encontrado esta parábola entre el material de su tradición, por eso no está recogida en ningún otro Evangelio, y le ha dado su lectura, su forma de entender y ver el mundo. Sin embargo, en la parábola original tenemos una lectura más radical que Lucas suaviza para su público. La parábola original es una exposición de lo que supone el Reino de Dios y Jesús lo ejemplifica, como suele hacerlo, con una imagen que es cercana a su público: un hombre tenía dos hijos. Esta fórmula se repite bastante en las comparaciones de Jesús. Uno de los hijos, el menor, le solicita su parte de la hacienda. El padre se la da y este se marcha a vivir la vida. Dispendia todo lo que tiene en una vida licenciosa y tiene que ponerse a trabajar cuidando cerdos y apenas podía comer las algarrobas de estos. Reflexiona y decide volver arrepentido a su padre. Este, viéndolo venir, sale a su encuentro, lo abraza y lo agasaja. El otro hermano, el mayor, que ve cómo su padre trata al licencioso despilfarrador, se queja amargamente, pero el padre también intenta acercarse a él. La lectura de Lucas va en el sentido del perdón y la acogida del pecador, pero esa lectura no es la que surge del texto una vez que conocemos la antropología cultural.

Jesús ha comparado el Reino de Dios con un padre. Siempre lo hace así, compara el Reino con relaciones familiares, mientras que cuando habla de familia nunca utiliza la figura del padre. La familia en Jesús es un vínculo de hermanos y hermanas sin padre, mientras que el Reino es la familia extendida con padres que rompen la imagen tradicional del pater familias.

Aquí funcionan los códigos de honor del mundo antiguo que aún hoy pueden verse en culturas tradicionales mediterráneas. Un padre es el dueño y señor de su familia y su posición no puede ser puesta en tela de juicio por nadie, eso supondría una deshonra para él. Ahora bien, el padre de esta parábola es un hombre deshonrado por sus hijos. El menor le solicita su herencia y él se la concede. Y cuando vuelve, en lugar de ponerlo a trabajar como uno más en su finca, lo acoge y colma de cariño. El mayor también lo desprecia y el padre vuelve a intentar acercarse. Se trata de un pater familias que no funciona mediante los códigos de honor, de un hombre deshonrado según los cánones de su tiempo.

Esta parábola de Jesús, como el resto de las suyas, no tiene moraleja ni requiere de explicación, como sí la incluye siempre Lucas. Las parábolas pretenden romper la estructura mental de los oyentes y lo consiguen con la sola exposición, sin explicaciones. Los oyentes son perfectamente conscientes de que Jesús está poniendo como ejemplo del Reino de Dios a un padre que no actúa como un padre con honor, sino que se deshonra a sí mismo y extraen la consecuencia: el Reino de Dios se parece a un padre que no actúa con honor sino con amor. En el Reino de Dios los códigos de honor patriarcales y machistas no tienen vigencia, solo el amor, el perdón y la acogida. Esta es la lección que entonces y hoy deben aprender los seguidores de Jesús.

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