La Opinión de Murcia

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Herminio Picazo

Verderías

Herminio Picazo

'¿Decíamos que la energía nuclear era segura?', Herminio Picazo

Además de muertos, refugiados, sufrimiento y miedo, la guerra de Ucrania está dejando lecciones que tendremos que saber aprovechar en el futuro.

Cuando el pasado 4 de marzo los militares rusos ocuparon la planta de energía nuclear de Zaporiyia, la más grande de Europa, algo cambió en la historia. Previamente a la ocupación, un misil impactó contra un edificio secundario de la central provocando un peligroso incendio de grandes dimensiones. Poco importa que el ejército ruso achacara la responsabilidad del incidente a los propios ucranianos, acusándolos de provocarlo para desatar la condena internacional contra Rusia. El caso es que la situación en Zaporiyia generó un riesgo cierto de accidente nuclear, a pesar de que la Agencia Internacional de la Energía Atómica se apresuró en informar que no hubo liberación de material radiactivo.

Al parecer, ahora Zaporiyia funciona con normalidad, aunque con los técnicos ucranianos virtualmente secuestrados a punta de pistola en el interior de la central.

También la central de Chernóbil, a 130 kilómetros al norte de Kiev y de triste recuerdo por haber protagonizado en 1986 uno de los peores desastres nucleares de la historia, fue tomada por las tropas rusas. En su entorno, fuentes independientes informaron de un inusual aumento de la radiación, al parecer debido al tránsito de vehículos militares pesados rusos sobre el suelo contaminado en la zona. Aunque este aumento radiactivo no parece que pueda producir especiales problemas, otra razón derivada de la guerra hace que volvamos a temer lo que pueda suceder en Chernóbil. La central está inactiva, pero no abandonada. La seguridad del material radiactivo que alberga depende de una gestión constante que tiene como punto crítico mantener en funcionamiento las piscinas refrigerantes con un sistema de alimentación eléctrica que principalmente está enganchado a la red ucraniana y complementariamente a generadores diesel. 

Aunque aquí también los expertos minimizan los riesgos y consideran que las posibilidades de nuevos problemas en Chernóbil son muy bajas, la verdad es que ya no sabemos qué pensar. Tras Chernóbil en los años ochenta, los expertos salieron en tromba a decir que a partir de ahí se habían tomado todas las medidas posibles, e incluso las imposibles, en las centrales nucleares del mundo, y sin embargo en 2011 el accidente nuclear de Fukushima volvió a meternos el miedo en el cuerpo.

A todo esto, hace unos meses, lo que llaman la ‘taxonomía’ energética europea declaró que la energía nuclear, si bien no era el objetivo más deseado sí que al menos durante la transición energética debería considerarse una energía ‘verde’ en la que se puede invertir. En esta decisión intervinieron también multitud de expertos, probablemente, digo yo sin ironía, fueron los mismos que tras Chernóbil y Fukusima, o sus cuñados.

Por muy razonables técnicamente que sean las medidas de seguridad en las centrales nucleares, no sólo podrán provocar desastres en el futuro sino que además ultraconcentrar la producción de energía de un país en unos cuantos sitios que puedan ser tomados por un ejército invasor es, a todas luces, un disparate estratégico.

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