El ser humano vuelve a demostrar que es el único animal capaz de autoextinguirse sin necesidad de que un virus nos haga el trabajo. Apenas nadie habla de ya del Covid 19, como si ya formara parte de los libros de historia, cuando en realidad sigue ahí, enviando gente a las UCIs y a los cementerios, y en vez de poner sobre la mesa fondos para la investigación, estamos pensando en comprar tanques y misiles de largo alcance.
En España son ya pocas las voces que siguen demandando invertir en la sanidad y la educación públicas, nos hemos olvidado la importancia de aumentar nuestra inversión en los laboratorios y de apostar por retener conocimiento.
En vez de tender puentes para que nuestros científicos retornen a nuestro país para generar valor añadido, estamos pensando en comprar bombas que destruyan puentes de verdad, en vez de manifestarnos en favor de la cultura y la educación son los defensores de la fiesta nacional y los cazadores quienes llenan nuestras calles y plazas con banderas españolas celebrando la reconquista.
Las redes sociales mienten, como siempre, y manipulan como nunca; el único debate sobre el coste de la energía y el combustible se centra en llamar ‘sinvergüenzas’ al Gobierno de España, y le acusan de ‘forrarse’ gracias a los impuestos. Pedir que se rebajen los impuestos como única medida para solucionar un problema de fondo es la solución que se les ofrece a los idiotas.
La sociedad hace tiempo que vive a base de ‘tuit’, la letra pequeña ya no interesa, solo los titulares alarmistas nos motivan, y encima, la mayoría de las veces falsos. Actuamos como borregos adoctrinados y sumisos, nos llevan donde quieren, solo tienen que ponernos una zanahoria y un palo para dirigirnos.
¿Quién plantea qué pasaría si bajamos solamente los impuestos y aumentamos el gasto, que no inversión, en comprar torpedos, misiles y buques de guerra? ¿Cómo se pagarían los servicios públicos esenciales?
Todos queremos cuando llegamos a urgencias que haya profesionales que nos atiendan cuanto antes, que nos den un servicio de calidad, que tengamos quirófanos preparados, limpios y desinfectados por si necesitamos que nos operen urgentemente.
Queremos tener policías al alcance de la mano, colegios públicos que nos ofrezcan una educación universal y gratuita, que nos regalen los libros de texto, y si puede ser una tablet mejor.
Pedimos que cuando tengamos un familiar con una enfermedad rara, el Estado invierta en investigar nuestro caso, y si queremos tener hijos, pedimos permisos, ayudas y beneficios fiscales.
Pero todo esto cuesta dinero, mucho dinero. Entonces ¿por qué nadie en las redes sociales pide que las empresas que están ganando miles de millones de euros con esta maldita guerra o con esta pandemia paguen muchos más impuestos? ¿Por qué nadie pone el grito en el cielo cuando vemos como el aceite de girasol, el papel higiénico de la guerra, ha pasado de poco más de un euro a triplicar su precio, cuando todos sabemos que alguien está ganando millones de euros con esta desvergüenza, o hasta vemos bien que el emérito vuelva a casa por navidad, cuando se ha reído fiscal y éticamente de toda España?
Cuando alguna vez salgamos del túnel en el que llevamos metidos varios años, y nos demos cuenta de que no hemos aprendido absolutamente nada.
Ayer fueron unos agricultores en Lorca, hoy un puñado de transportistas en las carreteras, cuando nos demos cuenta, será entonces demasiado tarde para detener a Don Pelayo, y el No-Do volverá, no en blanco y negro, sino en forma de tuit.
