La Opinión de Murcia

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Las fuerzas del mal

Malditos tiempos interesantes

Para lamento de propios y extraños, este mandato de Pedro Sánchez será tan extremadamente singular que no podrá compararse. Será difícil (¡esperemos, por nuestro bien!) que cualquier otro presidente del Gobierno se enfrente a una pandemia, con estado de alarma, con una erupción de volcán, mientras la oposición ayuda poco, y ahora con una guerra que amenaza la paz de Europa y no sé si me dejo algo en el tintero. Y el ingenuo pensaba que era Pablo Iglesias el que le iba a quitar el sueño.

Con lo de la maldición china de los tiempos interesantes, querido Confucio, como broma ya está bien. Se hace carne aquella metedura de pata de la miss que dijo, al preguntarle quién era el filósofo chino, que Confucio era el maestro de la confusión. Levantarse con un boletín de noticias que te dice que han bombardeado la tercera central nuclear más grande de Europa es para que sientas náuseas, mareos, inquietud y, en suma, más confusión de pensar en qué mundo estamos viviendo y qué mundo vamos a dejar, si vamos a dejar alguno. Todo eso como guinda provisional del pastel que no hace más que crecer y no acaba de rematarse y al que temes que haya que ponerle una guinda más gorda.

Pastelazo al que contribuimos todos de una manera u otra. Una ristra de corresponsales occidentales muestra su asombro ante el hecho de que a personas tan rubias y tan blancas les suceda una guerra. Eso añade un leve tono de rubor de vergüenza ajena a la blancura del pastel que va tomando forma de hongo nuclear mientras le ponen capas y capas de cosas, como en esos vídeos de cocina extranjera donde solo falta que a su versión de la paella le ponga nocilla, porque lleva tal cantidad de herejías con arroz que dan ganas de fusilar al cocinero con una mascletá.

Hay quien, empero, aprovecha con sangre fría los cañonazos de confusión. Ayuso pide sangre y omertá, que no libertad, con el contrato de su hermano. La fiscalía cierra la investigación sobre el rey emérito en el auto exculpatorio más incriminador de toda la historia jurídica española: lo que hizo está prescrito o no se puede investigar. Para una institución que ha de presumir de ejemplar eso un churrete de ketchup en todo lo blanco del armiño.

Pedro Sánchez ha pedido en el Parlamento, en uno de sus mejores discursos, seriedad y mesura al tratar esta última crisis de Ucrania, pero visto el debate parlamentario, y el panorama, si hubiera pedido un poquito de por favor, con una tila en el estrado, tampoco desentonaría.

Decía uno que los de la partida de Jumanji, por favor, que vayan terminando que estamos pabernos matao y a un tiro de dados del meteorito. Que tampoco lo descarten para el próximo boletín de las seis de ansiedad de la mañana, las cinco de confusión en Canarias.

¿Y a que ahora echan de menos el procés? Qué tiempos aquellos, los de las sencillas certezas...

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