Hay un buen puñado de palabras que son muy bonitas y que no tenemos por costumbre utilizar muy a menudo. Son difíciles de encontrar entre nuestra lectura habitual y ¡mira que son bonitas! Que lo sean no significa que sus significados nos proporcionen connotaciones positivas. Algunas sí y otras no, pero son bonitas. A mí me gusta ‘ahínco’, porque desprende fuerza; ‘vértigo’, porque marea con clase; ‘inocencia’, porque me hace sentir cariño; ‘pubertad’ despierta en mí extrañeza; ‘sutileza’ me enamora; ‘supérfluo’ es una palabra que me tranquiliza; ‘releñe’, me hace reír… y así, muchas más. Me gusta la letra hache y todas las palabras que la llevan, menos Hacienda, claro. No soy tan rarita como lo parece. También todas las relacionadas con las abejas: miel, colmena, polen, aguijón y flor. Será por algo, no me he parado a pensar o a ‘intuir’, palabra que está en mi bolsa de favoritas, porqué el mundo polinización y sus vocablos me fascinan. Me gusta arrecife, sucedáneo, reflexión, fantasía, esbozo y capitolio. Son muchas y aunque intento utilizarlas, solo en ocasiones encuentro el plano adecuado. Las palabras y su poder: son riqueza lingüística y, bien utilizadas, misivas cuando con ellas vuelcas el tablero del juego. 

¿Juegan?