La Opinión de Murcia

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Lo veo así

Pity Alarcón

Podemos-IU y Vox coinciden

El lunes oía una tertulia radiofónica de ámbito nacional. Uno de los tertulianos sorprendía a sus compañeros de mesa acusando a Joe Biden, entre otras cosas, de no haber intervenido a tiempo en la guerra que Vladímir Putin ha declarado a Ucrania, pese a que el presidente americano había venido diciendo, hace un tiempo, que Putin invadiría ese país frente a las negativas del sátrapa sobre que eso fuese verdad.

Es decir, en un momento, ante el estupor de otros tertulianos, convirtió a Biden en el culpable de lo que Putin está haciendo. Porque no se quedó ahí: en un intento de esparcir tinta de calamar para ocultar este hecho, se remontó a otras guerras en las que el papel protagonista lo ha tenido EE UU, y así, lejos de condenar la agresión de Putin a Ucrania, intentó que nos perdiéramos en aquella injustificable guerra de Irak (tan injustificable como la de Ucrania), que comenzó en marzo del 2003, cuando una coalición de varios países encabezados por Estados Unidos invadieron ese país, con la justificación de que poseía y estaba desarrollando armas de destrucción masiva.

Ni una palabra sobre la justificación de Putin para invadir Ucrania al anunciar que iniciaría una ‘operación militar especial’ contra ese país (ocurrió durante la madrugada del pasado jueves), diciendo aquello de tener la necesidad de ‘desnazificar y desmilitarizar Ucrania’. Un pretexto tan falso como lo de las ‘armas de destrucción masiva’ de Irak, porque Ucrania es una democracia parlamentaria con los tres poderes separados (ejecutivo, legislativo y judicial), donde el presidente presenta un candidato a primer ministro, que debe ser confirmado por el Parlamento.

Sí, Ucrania es una democracia (las dudas las tenemos en si Rusia lo es) donde gobierna un señor de familia judía que se atrevió a decir en campaña electoral que era partidario de que su país se acercase a la Unión Europea y a la OTAN, algo a lo que Rusia se opone. Y esa es la razón de la invasión de Ucrania por las tropas soviéticas. Esa es la razón por la que Putin, haciendo gala de su desprecio por la democracia, no solo ha invadido Ucrania; está amenazando a Suecia y Finlandia y, de paso, como los matones de barrio, amenaza al mundo con la utilización de armas nucleares.

La tertulia fue muy clarificadora. Entendimos perfectamente los motivos por los que en España el ‘no a la guerra’ de Irak se convirtió en un clamor del que todos participamos y, por el contrario, este país se encuentra a la cola de este activismo (las pocas manifestaciones que se suceden son organizadas y participadas casi en su integridad por ciudadanos ucranianos), mientras vemos que las manifestaciones de solidaridad con Ucrania y en contra de la invasión rusa se multiplican en todo el mundo, al grito de «parar a Putin, parar la guerra».

Pero en España, no; los organizadores de aquellas manifestaciones contra la guerra de Irak parecen olvidar que las guerras son terribles, las provoquen quienes las provoquen. Que el no a la guerra no puede tener color político. Que Putin no es mejor que George Buch; antes al contrario, es infinitamente más peligroso porque tiene todo el poder en un país armado hasta los dientes, donde solo se hace y se ejecuta su voluntad. Un sátrapa, sí, que se permite humillar, ante las cámaras, a su jefe de inteligencia (las imágenes son bochornosas), Serguéi Naryshkin, en una reunión de alto nivel sobre Ucrania, para dejar bien claro quién manda allí.

Vergonzoso y triste el silencio ahora de nuestras calles, mientras los ciudadanos ucranianos pagan con sus vidas la locura de un psicópata primario, tal y como lo han definido: agresivo, narcisista, histriónico, y antisocial. Las guerras no pueden ser despreciables, o no, en función de quienes las declaren.

Por cierto, Podemos-IU y Vox han coincidido en justificar a Putin.

Qué cosas.

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