El reciente avance del estudio sobre las consecuencias de la pandemia del coronavirus realizado a los españoles por el Instituto de Investigaciones Sociológicas (CIS, 2022) sobre las tendencias en salud mental a corto y medio plazo, anticipa para la próxima década «el aumento de la ansiedad en toda la población debido al aislamiento y la incertidumbre, los cambios en el estilo de vida, los problemas económicos y laborales y los duelos», con especial incidencia en infancia, adolescencia y mujer; y especial mirada a la soledad no deseada y al suicidio.

No nos cansamos de insistir en la falta de psicólogos y psicólogas en los servicios públicos, denunciando de forma reiterada su ausencia o escasa presencia en los principales ámbitos: salud, educación y servicios sociales. Nos hemos reunido con sus respectivas consejerías y agradecemos su pronta respuesta. Son conscientes de la realidad. Hemos dejado toda nuestra capacitación y competencia sobre la mesa, pero es el Ejecutivo el que tiene que tomar las decisiones. A la espera de la entrevista con el presidente de la Comunidad autónoma, ahora más si cabe.

Durante el confinamiento de forma inmediata movilizamos a nuestros profesionales y desplegamos todos los dispositivos. Pero sabíamos que el boomerang estaba por llegar y, ola tras ola, constatamos cómo el malestar psicológico se acrecienta en un contexto de incertidumbre cuyo abatimiento y agotamiento ante el estrés y la indefensión, propaga su efecto como una onda expansiva, donde tanto la población general como perfiles especialmente vulnerables dan la voz de alarma con cifras inasumibles para un país y una región que se considere avanzada.

Pensemos en las personas mayores, en la infancia y adolescencia, y también en personas que parten de una situación de estigma, trastorno mental, discapacidad o dependencia.

Detengámonos en nuestros jóvenes, en un momento donde la confusión forma parte de un túnel, cuya salida le llevará a la resolución de su ser y estar en la vida como adulto, en la promesa de un proyecto que le otorgue un lugar. Desaliento, atestiguan, pues llevamos, después de dos grandes crisis económicas, deshilvanando la lógica del esfuerzo, que constituyó el legado de otras generaciones cuyo mantra «trabaja y obtendrás tu recompensa» orientaba el esfuerzo en la promesa de un futuro mejor.

Cuando los propios medios no son suficientes o la falta de oportunidades genera desigualdad de partida, la desesperanza hace mella en nuestros recursos personales y es preciso que la administración dé respuesta. Por ello, es su turno.

Para trabajar con el malestar psicológico hacen falta psicólogos y los medios y condiciones adecuadas: accesibilidad y proximidad en cada contexto de necesidad.Somos infinitamente más rentables que los fármacos o la cronicidad que agarrota y enferma. La gran ventaja de la psicología es que trabaja con las personas y los medios son ellas mismas, protagonistas del encuentro.

Pero no de cualquier encuentro, sino de uno cualificado y profesional, basado en un área de conocimiento que con rigor, desde lo complejo, orienta. No estamos diciendo que tengamos todas las soluciones, no. No estamos diciendo que haya que tutelar a la población, no. Trabajamos por la autonomía de la persona, y en ese minucioso trabajo se requiere el conocimiento necesario para descender al caso concreto. No vale cualquier recomendación por muy técnica que parezca, no hablamos de consejos generalistas de la costumbre o la moral. Tienen su lugar; pero no desde el ámbito profesional propio de la psicología. Únicamente insistimos en que los psicólogos no estamos en los servicios públicos y que somos parte de la solución.

Nuestra obligación es luchar porque ustedes tengan esos medios y servicios públicos, gratuitos: profesionales de la psicología en los lugares necesarios y en número suficiente, al servicio de una atención inmediata y cualificada.

Atención psicológica es igual a psicólogo o psicóloga. Que sólo cambia el género. No hay otra. Podemos y debemos, y lo hacemos, trabajar con otros profesionales. Pero NO somos sustituibles ni intercambiables en la ecuación. Hay que garantizar un espacio de atención directa psicológica a la persona y a su entorno próximo. Repetimos, la realidad es tozuda.

Les toca a ustedes, ciudadanía. Nuestra obligación es llamar a su reflexión y desde su voz, invitarles a la demanda de aquello que también se precisa en este momento.

La sociedad civil, y cada uno de ustedes, desde su pequeño universo, pueden demandar lo que es un derecho fundamental: la cobertura a la protección del bienestar psicológico y de su salud mental, desde la demanda de unos servicios psicológicos públicos a disposición, tanto en sanidad, educación como en servicios sociales.

Sólo en la transversalidad, encontraremos la respuesta a la prevención del malestar de la población y las sinergias terminarían confluyendo.