Nada, que no hay manera. Mira que nos empeñamos en dar la mejor imagen de nuestra Región, pero por más que nos maquillemos para aparecer radiantes en Fitur, a la vez que escondemos nuestras vergüenzas debajo de la alfombra, luego llegan las noticias y nos ponen en nuestro sitio. De nuevo, y cada vez de manera más preocupante, Murcia marcando tendencia de lo que seguro se contagiará a otros lugares. Si antes fue aquella desastrosa moción de censura que puso en evidencia a sus promotores y, sobre todo, a quienes la rechazaron vendiendo su alma al diablo, ahora, con lo del asalto al pleno de Lorca, volvemos a llamar la atención sobre este cornijal de la piel de toro (aunque mejor sería decir ‘piel de cerdo’). Recordando el efecto mariposa provocado por aquello en la Comunidad de Madrid, sin ir más lejos, miedo me da imaginar lo que sucederá después de la constatación de que estamos en la línea de la que se armó en USA, con el asalto al Congreso por todos aquellos descerebrados alentados por Trump.

Conozco a uno que siempre dice que las redes sociales son como el Viagra, que le insuflan rigidez y coraje al más blando para joder a lo que se presente. Probablemente, sin los mensajes incendiarios del twitter o del wassap, estaríamos cultivando la reflexión y el sosiego, y quién sabe si también la lectura, la creatividad e incluso el trabajo o, al menos, nos daríamos con una piedra en las espinillas, pero henos aquí con ese arma de destrucción masiva que tan bien está empleando el diablo para lanzar a los descerebrados contra el enemigo o, peor aún, para hacerlos más descerebrados y kamikazes. Han llegado a tal grado de sofisticación las soflamas, las mentiras y las manipulaciones de quienes trabajan para propagar el veneno, que hemos conseguido lo que nunca nos habríamos podido imaginar: que los pobres, instigados por los poderosos, se lancen contra quienes les suben el sueldo mínimo, o que los queseros y ganaderos de cabras, pierdan la cabeza contra una autoridad municipal, contra los ediles que pretendían ultimar y adaptar a la normativa europea un anterior acuerdo unánime de los implicados y poner un poco de orden en las explotaciones porcinas, que mejore el medio ambiente y contente a los vecinos, asfixiados por un insoportable olor a mierda y purines. 

Uno no sabe si reír, llorar o indignarse cuando lee que uno de los asaltantes con violencia al Ayuntamiento lorquino ahora pide perdón para que no se lo lleven a prisión, mientras confiesa que ha sido engañado por los mensajes mentirosos de las redes sociales. Ahora dice maravillas del alcalde y que a él le habían engañado y manipulado. Podríamos creer que la cosa se les ha ido de las manos a quienes desde cierta ultraderecha y cierta derecha extrema han instigado y promovido el asalto, pero yo diría que lo que ha pasado responde fielmente al plan previsto de liarla parda, inspirados en la que se armó en el Congreso de EE UU. Al final, como le pasó al propio Trump, algunos han tenido que hacer un comunicado deslegitimando a los peones que formaron parte del asalto, pero en su fuero interno, como el ex mandatario americano, están agradecidos a estos ‘valientes’ energúmenos, carne de cañón de oscuros intereses de macro empresas cárnicas y títeres de la ciega lucha partidista por alcanzar el poder donde se es oposición o mantenerlo, cueste lo que cueste, donde se tiene atado desde hace treinta años. La situación es preocupante, no es sólo una anécdota ni un caso aislado.

No debemos ser catastrofistas, pero tampoco ingenuos, hemos de confiar en la fortaleza de la democracia, pero no quedarnos sentados. Hasta una democracia tan consolidada como la de USA, después de 230 años, está amenazada como no nos hubiésemos podido imaginar. No hay nada peor para la convivencia democrática que la fractura irreconciliable entre dos bandos, y menos cuando uno de ellos no atiende a razones ni reconoce la legitimidad del otro, al que demoniza con irracionales sambenitos (’comunistas’, ‘progres’, traidores’, etc), ni acepta los resultados electorales, blandiendo la espada de la ilegitimidad del Gobierno, el ‘yo o el caos’ y el ‘o gano yo o rompo la baraja’. Si a todo esto le sumamos el virus de la negación de todo lo que tenga que ver con la modernidad, el progreso, la igualdad, la ciencia y la verdad, pues el cóctel explosivo está listo.

La historia demuestra muchas cosas: que el mundo es un pañuelo y que las ideas, los conflictos, las revoluciones, las modas… se contagian como las pandemias. Llevamos varios siglos acostumbrados al rugir de dos trenes que se dirigen, el uno contra el otro, a un choque que siempre es un desastre para todos, sobre todo para el pueblo, y del que sólo una minoría saca rentabilidad política o económica. No sé muy bien si algún día encontraremos la solución, que sin duda pasa por la cultura y el pensamiento, por no dejarnos llevar por la avaricia de unos pocos sin escrúpulos, una minoría que nos envenena contra todo, que nos miente, que nos manipula y que nos lanza a pecho descubierto a dar la vida por ellos.

Mientras los dos trenes se dirigen a la colisión, es cierto que hay mucha gente que se desgañita para evitarlo, signos de esperanza y entrega, luchadores ejemplares… Pero mientras dedicamos nuestras energías a echar leña a la caldera, el planeta sucumbe a un cambio climático al que nuestra incivilización ha contribuido, tal vez irremediablemente. Y aún hay quienes hacen lo posible por incendiarlo todo.

Nunca termina bien el pactar con la serpiente venenosa para matar a nuestro enemigo, al final te muerde también. Si no nos andamos listos, mañana volverán a asaltar las sedes de la palabra, de los acuerdos y de las leales discrepancias. Esto hay que cortarlo y por las buenas, pero de raíz.