El trote por el campo a unos segundos del final de los jugadores de la UD Los Garres Infantil es el último ejemplo con el que he sentido esas cosas que a veces hacen del fútbol algo mucho más inabarcable de lo que creemos. Es inquebrantable la ilusión. No se agota. Ahí no hay derrota posible y es una gran lección de vida. El puto fútbol. Una y otra vez. El portero de Los Garres paró decenas de chuts de los jugadores del Real Murcia Infantil A. Cada vez que paraba una esa parte del corazón que es la que nos hace vibrar con las cosas temblaba como un pequeño triunfo de la vida. La UD Los Garres ha perdido quince partidos. Todos. Ha encajado más de 150 goles y sólo ha marcado cuatro. No tiene plantilla suficiente. Ayer se presentó a jugar su partido contra el Real Murcia A con nueve jugadores. Camiseta franjiverde, pantalón blanco, y al campo, a jugar al fútbol, a tratar de seguir dibujando el sueño de sentir este deporte. 

A la vez, unos niños de apenas cinco años jugaban en el lateral de la grada con una botella. Ajenos a aquel drama que hacía, con cada gol en contra, y fueron 19, que los chavales de Los Garres encogieran más el cuello y volvieran a sacar de centro. Es eso que tiene el fútbol que no te puede quitar un 19-0. Jugar con una botella, en una portería pintada en la pared, o perdiendo 19-0 sin opciones. Pedro Alenda, coordinador de las bases del Real Murcia, comentó amargamente, que así, los chicos del Murcia poco pueden aprender. El gesto bonito, que el Murcia salió al campo con los mismos jugadores que su rival. Aunque la igualdad de condiciones sea una quimera, son gestos con los que sí se aprende. Pero me fui pensando en cómo escribir sobre esta parte del fútbol tan redonda que es la derrota. Y ahí estaba la respuesta. Los que más pueden aprender son esos chavales de Los Garres que se iban a casa consolados por sus padres. Aprender a pesar de que sea todo un gran error.  

No era ternura. No era pena, ni siquiera era empatía murcianista, que los que lo llevamos en la sangre hemos tenido que soportar la incomprensión de aquellos que en el fútbol sólo ven una forma de autocrecimiento en las victorias. Lo que yo sentí ayer viendo a esos chavales jugar hasta el último minuto, viendo a su portero lanzarse a parar balonazos con 19 goles encajados, o verles presionar a carrera hasta el último minuto, era simple admiración. No sé cómo, pero sentí claramente que esos chicos estaban siendo héroes. Y no es una forma de quedar bien, tipo película con mensaje. No. Es lo que yo sentí al verles. 

El Murcia les hizo un pasillo al terminar y todos se saludaron. No sé si cambiará mucho la temporada para ellos, pero aquí han ganado un seguidor incondicional. El fútbol tiene algo enorme, y es que en la derrota más grande sigue vivo. Ahí tienen Los Garres que buscar para dejar de hundir el cuello, porque ellos también son héroes en esa parte del alma donde vive la imaginación que nos hace seguir hacia adelante día a día. Forza Los Garres. Vale.