Se veía de lejos que era la primera vez que se encontraban. Ella llegó taconeando hasta la puerta del local y él ya estaba dentro, a la espera. Tras los cristales debió percibir su llegada y salió a recibirla. Pues sí que eres alta, fue su saludo y a continuación le informó que le acababa de mandar un mensaje. ¿A mí? preguntó ella haciéndose la despistada, pero controlando todo. Juntos entraron y escogieron, para desarrollar su cita, una mesa alta de taburetes que obligaron a ella a no disimular la extensión de sus piernas. Dos pintas de cerveza artesana, primera petición y comenzaron a hablar. Hablaron durante el tiempo que duró el encuentro como si fuese la última vez que iban a quedar. ¿Quién sabe si así lo fue? Una cita nada más y adiós, hasta la vista, o si fue el comienzo de un calendario marcado. No sé. Eso es lo bonito de observar sin restar intimidad, ni espacio. Saliese como saliese, será difícil conocer cómo finalizó la noche, aunque para eso sirve la imaginación. Dos extraños que quedan y se conocen. Bonito. El resto lo dejamos a la recreación que cada uno pueda hacer. Nuevas formas de crear historias.