Aún recuerdo aquel ayer, cuando el PSOE hizo como principal slogan de su campaña publicitaria para las elecciones generales del año 1982 «Por el cambio». Se aludía también a los cien años de honradez, entre otras propagandas. Ganó y, por tanto, gobernó Felipe González, con una mayoría absoluta. También recuerdo el cambio que se produjo igualmente años después en 2004, cuando Rodríguez Zapatero venció a Aznar. Lo cual no era nada difícil, después de la triste y famosa foto de Las Azores y sobre todo de no haberse enterado, o si lo hizo nos mintió a todos, de que el monstruoso atentado del 11M, que dejó 193 muertos y 2.000 heridos, solo en cuatro minutos, entre las 7,36 y las 7,40 horas de su mañana, no fue ETA sino Al Qaeda y el Grupo Islámico Combatiente Marroquí, a tenor de las sentencias que juzgaron el caso. En California, cuyo horario es nueve horas después de España, ya lo sabían.

Cambios importantes en este país, donde casi todo cambia incluso el clima, pues este enero está haciendo frío y en agosto hará calor. Lo que pasa es que ya no llueve como antes, y el casquete se calienta más de lo normal a lo largo del año, lo que llevará a la fusión de los polos, cuando probablemente ya no esté aquí para comprobarlo. Pero lo que sí estoy viendo son otros cambios que me hacen pensar y mucho. Por ejemplo, quizás presenciaremos, si Dios quiere, cómo un papa va a asistir al entierro de otro papa. Otro cambio que ya hemos visto es que una republicana (que dicen que dijo) es ahora la reina de España. Ahora acabamos de ver otro cambio en la vida española, y es cómo Juan Carlos I se enfada (tiene borbones la cosa) porque su yerno, el exjugador internacional de balonmano, es condenado por corrupción en el caso Nóos, y porque se echa una novia, faltando así al sacrosanto vínculo matrimonial. Otro cambio de aptitud es el que estamos viviendo últimamente con la cuestión de Rusia y Ucrania. Y no me refiero a ese hecho en sí, que antecedentes iguales o muy parecidos los hay, sino que resulta que la decisión del Ejecutivo español acerca de estar al lado de la Unión Europea y del Tratado del Atlántico Norte es apoyado por la oposición mientras que, dentro del mismo Gobierno, Unidas Podemos, y por los que le apoyan en los presupuestos y otras decisiones, Ezquerra Republicana y Bildu, lo critican y se oponen. Claro que visto lo sucedido en nuestra Región, que desde dentro del mismo Gobierno se intentó derrocarlo, nada me extraña.

Sin embargo, lo que no cambia, y debería ser, es que el poder judicial diga una cosa y el ejecutivo pase de él. Por ejemplo, dice el Gobierno catalán que no va a cumplir la sentencia firme que obliga a impartir clases en las aulas escolares con un mínimo del 25 % en castellano. Desobediencia grave a la autoridad judicial se llama ese delito. O, cuando, al parecer ha dicho el Gobierno de la nación que aunque el Consejo General del Poder Judicial emitiera un informe contrario al anteproyecto de la nueva Ley de Vivienda, por ir contra el derecho de propiedad que es constitucional y contra las competencias de las mismísimas Comunidades autónomas, ellos la van a aprobar. Eso no sería delito porque el dictamen no es vinculante y además no se trata de una resolución judicial.

Finalmente, lo que tampoco cambia son los fallidos propósitos individuales con el nuevo año. Te tomas los mismos disgustos, padeces el mismo estrés, haces menos ejercicio del que debes y comes y bebes lo mismo. Por mi parte, prometo todo eso y mucho más. Total, con no cumplirlo, la vida sigue igual, y si me presentara a elecciones hasta es posible que me reeligieran.