Con motivo de la celebración de la quinta edición de los premios de la música en la región de Murcia me invitaron, como viene siendo tradición, a presentar la rueda de prensa en la que se desvelan los premios de honor y nominados. Es algo que me gusta hacer, sentir la conexión con esa magia que envuelve el ambiente de todo lo que tenga que ver con la música, con quien la hace posible.

Si no estás dentro, desconoces el proceso, el trabajo que supone este oficio, el valor de lo invisible. En los tiempos que tocan y parafraseando a mi querido y admirado amigo Tito Ramírez, para ser músico hay que tenerlo muy claro y estar muy loco. Misión para nada baladí afrontar semejante parafernalia. Respeto absoluto por todos aquellos que lo hacen posible: compositores, promotores, asistentes de sonido, salas de conciertos, gestores culturales... Todos ellos amigos. Son los que consiguen el encanto de que suene una canción, pero los que defienden esa realidad ante el público, llevan ya dos años en dique seco. Se dice pronto, pero resulta inimaginable tanto tiempo atados de pies y manos sin generar apenas ingresos, buscando alternativas para sobrevivir. Seguro que habrá quién está peor, pero estos andan muy jodidos y justo cuando creen ver asomar un rayito de luz, otra zancadilla les llena el camino de trampas casi imposibles de esquivar.

A cuenta gotas les permiten hacer un evento, en el que siempre son respetadas las medidas sanitarias demostrando que la cultura es segura. Y cuando lo consiguen, falla el imprescindible... Ahora viene cuando la matan, ahora el que falla es el respetable. En los pocos actos culturales a los que he asistido estos días, me he topado de bruces con cines, salas y centros culturales casi casi vacíos. Está claro, ha ganado el miedo, en este caso no sirve de nada el efecto de reacción que nos permite escapar de un peligro inminente, es un sinsentido. Pero durante dos largos años todos hemos procesado este sentimiento sin la necesidad del estímulo causante, ya que en este caso es inexistente, ha sido un aprendizaje vicario en toda regla en el que hemos mostrado un comportamiento digno de peón de ajedrez, limitando movimientos y bloqueando las ganas. Sólo tenemos una vida para poder disfrutar de las pequeñas cosas que nos brinda , y la Música, el Teatro, la cultura en general, es indispensable. Dejemos pues de ser los zombies que persiguen a Barbra y Ben en la apocalíptica Noche de los Muertos Vivientes (George A. Romero, 1968) porque eso, hay que vivir.

Canción que escucho mientras escribo: de Tito Ramírez, El Ritmo de mi Anhelo