El pueblo, que es el dueño del idioma, de la lengua, tiene el gusto, y la gana, de sustantivar los adverbios locativos. Y así, dice «ponte aquí, detrás mío», o «ése iba delante tuyo». Y así. Los académicos y los gramáticos toman mucho disgusto de tal costumbre, que tiene el resto, que son el 99% del pueblo. Estos tales que digo, los del 1%, se creen dueños legítimos del idioma, cuando únicamente lo son de la Gramática. El pueblo, rico y pobre, culto o ignaro, sustantiva esos adverbios cuando se trata de acompañarlos de adjetivo posesivo en plan determinante. Y perdón por ponerme estupendo. Y eso no es lo correcto, dicen (decimos) los gramáticos (o aprendices de tal).

Bien, servidor ha lucubrado lo siguiente: la Oración Gramatical, que ha resistido con éxito el acoso del estructuralismo terminicida, tiene un rey (el sustantivo) y un presidente de república (el verbo). ¿Cómoooor, un presi y un rey a la vez? Sí, claro, ¿qué pasa? en este país tenemos las dos cosas simultáneamente. Y nadie se asusta. Se distinguen en que uno tiene falcon y el otro no. Bueno, pues, a lo nuestro. El rey-sustantivo puede sustantivar todo, pero a condición de hacerlo con el artículo, y poco más. Sustantivar con el adjetivo posesivo es tabú para la Gramática. Pero el pueblo tiene su gramática. Hasta que llega un Nebrija y hace de la gramática del pueblo, Gramática.

A ver, vayamos ya al meollo de la lucubración que decía. Si decimos ‘detrás de mí’, estamos haciendo a nuestro detrás señor del castillo de la frase, ya que el ‘mí’ ha sido plebeyizado por la preposición, que tiene eso: plebeyizar. Pero si decimos ‘detrás mío’, el ‘mío’ tiene el poder y la gloria de la frase. El ‘detrás’ queda como siervo de la gleba del ‘mío’. Manda mucha romana ese acento en la ‘i’ de mío, que impone autoridad, casi tanta como un presidente de gobierno con falcon. ¿Estamos en lo que es? Pues eso. La solución popular, para la que pido credencial de correcta a la RAE, incide en hacer a la persona protagonista de la frase, y no a la situación referencial. Mi detrás es mío, no soy yo de mi detrás, faltaría más.

Con todo, no se crean que a mí no me chirría mi oído de aprendiz de gramático, cada vez que escucho cosas como: «Pon la caja delante tuya, que es mejor…». Claro que me chirría, pero me chirría más negar a la inmensa mayoría su escritura de propiedad del idioma. Yo soy liberal y demócrata.

Ya está.