En Cartagena quieren mandar a los inmigrantes a Galeras. Directamente. No es suficiente con el trato denigrante que reciben en cualquier Centro de Atención Temporal de Extranjeros, CATE, sino que quieren que se construya en Galeras, uno de los montes de la ciudad trimilenaria. Se está levantando uno de carácter provisional en el Espalmador, pero son unánimes las voces que no lo quieren allí, pues puede haber equívocos con el nombrecito y no es cuestión de que los de las pateras empalmen con la civilización occidental. Hasta ahí podíamos llegar.

Sorprende la polémica si se compara con el recibimiento a los también inmigrantes de Sabic, dueños de la que fue la subvencionada, amada y anhelada General Electric. Ahora, con los árabes, a todos los parabienes se une la misma genuflexión a la que, por ejemplo, se ha plegado la liga profesional.

Da igual los residuos que produzcan en la planta o el lamentable estado en que se encuentre la carretera por la que circulan, ellos son inmigrantes de primera división, como, dicho sea de paso, a la que aspira Cartagena y se aleja cada vez más Murcia.

A otra categoría pertenecen también los miles de subsaharianos que sostienen el potente sector agroalimentario de la comarca de Cartagena y del resto de la Región de Murcia.

Con la boca chica, los jornaleros son aceptados porque no hay más remedio. Diseminados en caserones inhabitables, con sueldos y derechos similares a los obligados a galeras, y vilipendiados por los mismos que los contratan tanto en esta tierra como en la de su procedencia, pues no se descarta que las pateras corran a su cuenta. Vamos, a cuenta de las futuras peonadas.

Para el resto se busca un rincón, escondido, que no molesten, que no se vean. Tapar, tapiar o echar una losa sobre el supuesto problema para una ciudad cuya grandeza se ha forjado en el flujo al que ahora quiere dar kate.