En iconografía, la cobardía suele representarse con la imagen de una mujer harapienta cuyas manos sostienen un ave que se alimenta de carroña. Como suele pasar, siempre es un símbolo femenino para la injuria, la maldad, la crueldad, la tristeza, la apatía, la ansiedad, la angustia... Siempre ellas, en tercera persona y en femenino plural. Y no, porque el cobardica del día no es una mujer. Es el futuro exmarido de una amiga, un individuo del que no pienso justificar su manera de actuar por muy vanguardistas y modernas que seamos todas. Algunos reconocen el miedo, pero ser un cobarde no es una confesión que apetezca dar, aunque paradójicamente miedo y cobardía siempre vayan agarrados de la mano. Y aunque dentro de un tiempo todo habrá pasado y quedará apenas un triste recuerdo de lo que una vez sucedió, hay que tragarse la decepción y la rabia que provoca observar un comportamiento tan ruin. Mi amiga se ha desayunado hoy una historia en Instagram dónde una escultural rubia de menos de 25 años paseaba embelesada a la par que abrazada junto al hombre que hasta la noche anterior dormía a su lado, salvo excepciones laborales, ya usted sabe. Y desde entonces ella; la coronada, mi amiga, ha dejado de interactuar con el resto del mundo. Porque a veces ocurre que, cuando la humillación te golpea es tanto el sentimiento de culpabilidad instaurado dentro de ti que prácticamente te hace desaparecer como si de Sun-hwa, la protagonista de Hierro 3 (Kim Ki-duk, 2004) se tratase. Ha venido a trabajar con la desolación que le ha atizado una ola de salmuera cargada de traición. Atormentada por verse de repente desprovista de autoestima y nada preparada para afrontar un luto repentino. Porque doy fe: cuando algo se rompe tan bruscamente, lo único que te queda es poder superarlo con la mayor dignidad posible. Qué poco saben de eso aquellos capaces de jugar gratuitamente con el sentimiento sembrado en una buena persona, qué mal es jugar un partido a dos bandas haciendo trampa con tan poco ingenio, ignorando lo muchísimo que puede llegar a costar afrontar una ruptura sin previo aviso y sin que un nudo se instale en tu garganta queriendo estrangularte. Golpea en mi cabeza sonando fuerte el Back Door Man (The Doors) versionada por Willie Dixon, que es aún más desgarradora. A esto de los cuernos yo estoy acostumbrada, por eso, para mí, lo más chocante de la historia es el Showmancing que se marcan muchos por la red. Me sorprende sobremanera esa necesidad imperiosa que tienen algunos por mostrar su romance a través de fotos o post dónde narran su idilio por capítulos, contándole al mundo cada muestra de afecto recibida, todo bajo una autoestima condicionada que a los espectadores nos provoca hiperglucemia. En este caso que les he contado, un descuido ha podido cambiar varias vidas, nunca sabremos si para bien... Algunos somos ya mayorcitos para explicarle al otro lo que sabe que está haciendo mal. Así que, salud, amor y buena suerte para todos, menos para los infieles que no preguntan primero.