El líder del PP, Pablo Casado, que terminó el año 2020 retando a Santiago Abascal desde el centro, con aquel «hasta aquí hemos llegado», finalizó 2021 arremetiendo contra Pedro Sánchez con un sonoro «¿qué coño tiene que pasar?» destinado a erigirse como el líder indiscutible de las derechas. La primera estrategia no funcionó porque en los caladeros de Ciudadanos ya quedaba poco por pescar. La segunda, que ha presidido toda la actuación del líder del PP durante el año que termina, tampoco parece dar los frutos esperados. Las encuestas le dan mejores resultados que los de 2019, pero son pocas las que le auguran la posibilidad de forjar una mayoría. Y todas indican que los electores de Vox no se inmutan cuando Casado sube los decibelios y multiplica las ocurrencias para atraer votantes de la ultraderecha. 

Santiago Abascal, por el contrario, termina el año con mejores perspectivas. Si Sánchez aguanta la embestida, Casado quedará a los pies de Isabel Díaz Ayuso y el PP conocerá una crisis de la que puede beneficiarse. Si la recuperación económica se retrasa y el PP remonta el vuelo, venderá muy caro el apoyo de Vox para llegar a la Moncloa.

No ha sido un buen año para Casado. Al dilema que le presenta la correosa persistencia de una formación política a su derecha (algo nuevo en la tradición de los conservadores españoles), se han sumado los desafíos de Isabel Díaz Ayuso y Cayetana Álvarez de Toledo. La primera ha cuestionado el aparato del partido. La segunda ha puesto en duda su condición de líder. Con Ayuso, a Casado le ha ocurrido como con Vox. Lo ha intentado todo, sin resultados. Empezó el año apoyando la catastrófica gestión que hizo la presidenta del temporal de nieve que paralizó Madrid, sin que esta se lo agradeciera, y terminó 2021 enredado en una enésima trifulca por las cenas de navidad del partido que Ayuso quería celebrar por mucho que ómicron tuviera la sanidad madrileña colapsada. Mal asunto para un político que aspira a ser presidente del Gobierno y se muestra incapaz de poner en cintura a quien se ampara en la ideología de la libertad para retarlo cada día desde los medios. Una actitud que la duquesa de Toledo calificó de «bienqueda con miedos» en el libro inmisericorde que publicó entrado el otoño. Por mucho que dijera que lo había escrito para que Casado llegara a la Moncloa (algo que Ayuso también repite cada vez que critica a la dirección del PP), Álvarez de Toledo hurgó donde más le duele a Casado: su dificultad para definir una estrategia, para no dar bandazos entre los guiños al centro y las excentricidades populistas.

Por si fuera poco, el año terminó para Casado con una reprimenda del presidente de la Xunta, el barón con más predicamento dentro del PP. Alberto Núñez Feijóo le pidió la ‘serenidad’ y el ‘sosiego’ que reclaman muchos líderes periféricos del partido, alarmados por la crispación política y por la tensión persistente entre la dirección del partido y Díaz Ayuso. Temen que el ambiente irrespirable de la política madrileña puede afectar sus propias expectativas y exigen un retorno a la política más centrista que Casado exhibió a principio de 2021. ¿Le hará caso el líder del PP, o seguirá prisionero de los desafíos de Ayuso, de las pullas de Álvarez de Toledo y de las recomendaciones perdonavidas de José María Aznar, que le instó a decidir «dónde quieres estar y qué quieres hacer», en la convención nacional del PP. 

Sin utilizar el tono desabrido de Álvarez de Toledo, Aznar insistía de este modo en la idea de un Casado zigzagueante, que empezó el año desafiando a Santiago Abascal y terminó el ejercicio compitiendo con él en bravuconadas. ¿Cuál de los dos Casados se impondrá en 2022? Los miedos a los que se refirió Álvarez de Toledo hacen difícil predecirlo. Lo más probable es que siga rehén del clima político que reina en Madrid. La previsible victoria del PP en las autonómicas de Castilla León y en las andaluzas, si hubiese adelanto, puede crear un espejismo, porque se deberán más a la desaparición de Ciudadanos que a un recorte de Vox que sigue al alza en los sondeos. Y cuando las presidenciales estén al caer, Casado ya no podrá seguir dando bandazos. Tendrá que decidir con qué estrategia aspira a llegar a la Moncloa.