Por ser claros he de decirles que soy militante del PSOE desde la derrota de Joaquín Almunia. Voté a Aznar en su primera legislatura, asqueado, sobre todo, de los GAL. Por eso, siempre que sale Felipe González de su vitrina de jarrones chinos a opinar me tomo sus palabras con un poquito de sal, una rodaja de limón y un mucho de sarcasmo. Como Aznar ya apuntaba maneras de lo que sucedería si conseguía una mayoría absoluta dejé de votarlo la segunda vez que se presentó. Creo que, en general, el tiempo le dio la razón a mi pálpito.

En el último año me he planteado mi militancia en el PSOE por las dudas que me ha generado su actitud con respecto a la protección de los derechos de las personas transexuales, puesto que si nos tocan a una, nos tocan a todas (y sí, el femenino es intencionado, militante e inclusivo). En suma, esa es, más o menos, la tribu en donde me empadronan.

Todo esto se lo cuento porque se nos viene un periodo electoral bastante agitado y no veo que estemos preparados para afrontarlo con garantías de que vayamos a tomar la mejor de las decisiones, pero puedo estar equivocado.

Por ejemplo, nos hemos encontrado que hay buenas noticias económicas para el conjunto del país: ha bajado el paro; mejora la previsión de crecimiento y hay una nueva reforma laboral que distará de las promesas de la derogación hechas pero que, a cambio, incluye en su acuerdo a los actores principales del mercado de trabajo; se van a recibir 10.000 millones de fondos europeos. Ante todo eso he de decir que no me he encontrado, ni en presencial ni en redes, con un debate desde la derecha que aporte, reste o matice de manera razonada los méritos de este Gobierno o que consiga contraponer los deméritos (que son algunos bastantes también, por ejemplo, determinados aspectos de la gestión de la pandemia, por mencionar algunos) para que yo pueda considerar que hay un debate rico e interesante sobre estas u otras cuestiones pero, de nuevo, puedo estar equivocado.

Ante todo eso, ante los fallos y aciertos del contrario actuamos tribu y entonamos nuestro unga unga y nos pintamos pinturas de combate. No se puede responder con memes o con falacias, o con memes que son falacias lo que debería ser un debate bastante más complejo. En las campañas anteriores, no solo en España, sino también en Chile, Brasil o Estados Unidos, hemos visto a qué grado de división conducen, pero los bulos y la simplificación tienen el efecto que nosotros queramos darle y el uso que queramos otorgarle.

Salgamos de la tribu, yo el primero, y volvamos a ser individuos que consiguen disentir sin insultar y reconocer méritos sin que eso suponga una sensación de derrota. ¿Cómo? No lo sé. Por de pronto, hagan suya esta reflexión y compártanla con los de la tribu contraria. A ver si así dejaran de sonar estos ominosos, tristes tambores de guerra.