He oído pisadas y a un señor mayor toser. Vaya, menos mal que es en la calle, me dije al oírlo atascado en su golpe de tos. Cerré de nuevo los ojos y luché con ahínco entre las olas del insomnio. Caí. De nuevo me despiertan pisadas no humanas, diría que son de camello porque son poco ordenadas. Son como cuando pones más cosas en la bolsa de la compra de la mano derecha que en la de la izquierda. Ahora que de ahí a que sean pisadas de camello va un rato. Oigo a un señor sonarse la nariz. Digo señor, porque una señora jamás alardearía de saber hacerlo con tal perfección. ¡Uf, suerte que es en la calle! me dije y volví a mis sueños. Oigo algo metálico que cae al suelo. Menos mal que no ha caído de punta, oigo decir con un lenguaje suave y pausado a un señor que se afana en recoger del suelo lo que para los otros dos es carne de chiste. Estaría bien que perdieras la corona en plena ola del coronavirus, dicen y ríen. No puedo más y me levanto. Abro el balcón y a lo lejos veo la figura de los tres pasar de largo. Este año me quedo sin Magos.