Verónica Forqué ya está en el Cielo de los Cómicos. Mejor que aquí, seguro. Cuando yo creí ver a la auténtica VF fue en una peli de cuyo nombre no puedo acordarme (lo siento, no soy cinéfilo) en la que hacía de sí misma: una hippy de los 70, en Ibiza, con mucho amor y hare krishna y todo eso. Vestía como una diosa comanche, pero con glamour y casi siempre llevaba una cinta en el pelo. Excurso: me decido a escribir sobre VF porque los maestros Bernar Freiría y Martínez Abarca ya lo han hecho, consagrando el tema e incensando, debidamente a la muchacha.

VF siempre fue, y hubiera sido, una muchacha. Sus años no contaban. Recuerdo ahora la Oración por Marilyn Monroe, de Ernesto Cardenal. Un primor, interpretado por mi dilecta alumna Nieves. Quienes no conozcan ese poema, dejen este texto inútil y tedioso y corran a leerlo. Oh, sí, me hubiera gustado escribir yo esa oración tan teológicamente laica por Verónica Forqué. Marilyn y ella fueron mujeres que lo pasaron bien, pero no fueron felices. Vean si no, su final.

VF en ese programa inicuo de los chefs tenía su angelical rostro desfigurado por la estúpida y cruel competitividad del guion, como ha dicho BF. Me acuerdo de aquel pobre chico de la tapa de León come gamba o así. Lo expulsaron ignominiosamente. Aún recuerdo la cara sádica del expulsador, un minmundi con hábitos que él cree celestes. El mariquita expulsado, y digo mariquita como si dijera Matrícula de Honor o Medalla de Oro en los JJOO, llenó el programa de una virilidad sensible y de primera calidad, que anulaba el prepotente machismo del expulsador, a cuyo nombre condeno al silencio. Aquel chico y VF son víctimas triunfadoras de un programa, que, en una televisión socialista, ensalza el principio fundamental del capitalismo salvaje: la competitividad, BF dixit. Verónica Forqué conocía el espanto, como afirma Martínez Abarca. Y su grito en la escena del hacha no es igualable por nadie. O sea, que no era una mujer débil. Sucedía que no usaba su fortaleza para fastidiar, con jota, a los demás. El piernas del programa ese sólo conoce su vanidad, expulsando como el Ángel del Paraíso a los que cometen el pecado de no saber cocinar. Qué deshonra para la noble tarea de saber cocinar.

Yo me quedo con la Verónica de Ibiza, comprensiva, dulce, muy femenina y feminista ejerciente, sin odio a nadie. Ernesto Cardenal y Marilyn habrán salido a recibir a Verónica, contentos, alborozados y felices. Y le enseñarán los textos de Bernar y José Antonio.

Ya está.