George Bernard Shaw definía al periódico como la institución «incapaz de diferenciar entre un accidente de bicicleta y el hundimiento de la civilización». Serviría como ejemplo la obsesión singular con Alec Baldwin en plena pandemia, aunque se le podría matizar al dramaturgo cascarrabias que tiene mérito reducir el apocalipsis a un incidente en la carretera. Seguramente sin conocerla, Pedro Sánchez adapta como nadie la máxima denigratoria de la prensa. En su intervención prenavideña sobre la covid volvió a desarmar a sus numerosos adversarios, indecisos entre atacarle por no adoptar restricciones o insultarle por imponer la ominosa mascarilla. Es decir, se le culpaba a la vez por exceso y por defecto, en las hemerotecas se apolillarán titulares que le atribuyen simultáneamente ambas categorías antagónicas.

En realidad, Sánchez había desarrollado otro de los trucos de magia que explican una carrera meteórica, con jalones tan inusitados como una moción de censura sin precedentes o un Gobierno sin los diputados suficientes. «Mirad hacia la mascarilla», insinuaba el prestidigitador, mientras con la otra mano suprimía el confinamiento para los contactos estrechos vacunados. Es decir, para prácticamente todos los españoles, porque esta suspensión laboral no hay economía que la resista. Bajo la apariencia de aprisionar a su ciudadanos embozándolos, los liberaba en realidad de velar a los pacientes confirmados.

Ningún científico y pocos políticos se hubieran atrevido al desparpajo de Sánchez, cuando diagnosticaba que los enfermos de la Navidad de 2021 no eran los de 2020. En una curiosa inversión, numerosos médicos de prestigio han seguido a continuación el discurso del presidente, reduciendo la actual oleada covid de gripe a catarro. El líder socialista también enfatizó su mantra a favor de «recomendaciones y no restricciones», antes de señalar paternal que «los niños se merecen su Cabalgata». El mago mezcla valoraciones capitales con detalles pueriles, el hundimiento de una civilización con la caída de la bicicleta. Sánchez se guía por los informes de los expertos, en el sentido de que ha comprobado que son contradictorios y que puede elegir entre ellos a voluntad.