En contexto de tragedia el de Trapero sería un personaje trágico. Todo el libreto de la obra de la secesión catalana está pautado por una tensión entre el acatamiento de la ley y la ruptura con ella, un envite que se desarrolla a través de una sucesión de medias verdades, desafíos al orden constitucional, estratagemas, juegos de palabras, amagos y retrocesos, con las masas en la calle sin saber qué hacer y los Mossos a la espera. En gran medida son juegos de políticos, pero Trapero no es un político, sino un servidor profesional de la ley, que en última instancia da sentido a su vida. ¿Dudó realmente si cumplirla o no, midió la decisión por puro oportunismo o se guardó la carta en la manga hasta el último momento, sin haber dudado nunca de cumplirla? De ser lo tercero, el fondo trágico residiría ya en haber quedado emparedado en una triste y sombría destitución funcionarial.