Sigue igual. Los años no se han llevado por delante el olor a madera, tampoco la pintura roja ni las tachuelas metálicas que adornan su asiento. A simple vista tan solo es un enorme e incómodo banco que ocupa uno de los laterales del porche de entrada a la casa familiar. Si no lo sabes, difícil imaginarlo hueco y lo que guarda dentro. Como cada diciembre, ayer volví a levantar con mucho cuidado su pesada tapa para evitar que se desplomara y me aplastara un dedo. Y ahí estaban los adornos navideños, las cajas con las figuras del belén y los trozos de corteza de alcornoque con los que simulamos las montañas de Judea y que guardamos desde que yo levantaba pocos palmos del suelo y me empeñaba en colocar con mis torpes y regordetes dedos al Niño Jesús en el portal.

Un año más, en casa de mis padres, todo vuelve a ocupar su lugar: las flores de Pascua, las guirnaldas, las coronas de muérdago, el Niño Jesús que era de los abuelos y que dormita sobre una preciosa bandeja… También los dos belenes napolitanos, uno en cada rincón del salón, que mi madre adorna con su toque especial. Me gusta celebrar la Navidad; también felicitarla a quien aprecio y quiero y en esas estaba cuando apareció en escena Helena Dalli, comisaria en Bruselas de Igualdad, con su guía interna en la que recomendaba referirse a las ‘Fiestas’ en lugar de a la Navidad con el fin de «ilustrar la diversidad cultural de Europa y destacar la naturaleza inclusiva con respecto a todos los modos de vida y creencias». La bomba estalló y ante el aluvión de críticas menos mal que la señora reculó: «No es un documento maduro y no cumple los estándares de calidad de la Comisión. Las recomendaciones claramente necesitan más trabajo por lo que lo retiro para trabajar más sobre él». Se agradece el gesto porque vaya tristeza que la Navidad también sea un tema de enfrentamiento.

Pasada la inmadura tormenta europea, el ministro de Consumo trata de amargarnos la vida con su huelga de juguetes. «Llevamos años soportando que nos encasillen, que nos digan que fuimos creados solo para jugar con niños o solo con niñas», gritaba hace unos días un indignado oso de peluche ante el escaso medio centenar de personas que acudió al Retiro de Madrid para secundar la llamada de Alberto Garzón que fue inmediatamente contestada por la Asociación Española de Fabricantes de Juguetes (AEFJ): «Los juguetes son objetos neutros, sin sexo, sin etiquetas específicas que los designen para niños o para niñas». Y qué razón tienen, además, aunque desde el Gobierno se empeñen en lo contrario, no conozco comercio donde los separen, ¿y ustedes? A mí de pequeña me encantaban la Barbie, la Nancy, los Madelman, los Airgamboys, los Geyperman y jugaba con todos ellos. Y el monopatín, todavía guardo mi viejo Sancheski de madera de haya y ruedas verdes.

Lo dicho, Feliz Navidad, cuídense mucho que seguimos en pandemia, pásenlo bien y regalen las muñecas y los camiones que consideren conveniente. No pierdan de vista a Chile y nos leemos el martes que viene.