La segunda transición que Chile inició hace dos años en la calle está cerca de alcanzar el poder. Lo que empezó en octubre de 2019 como una protesta por la subida del precio del billete de metro se transformó en una movilización contra el sistema ultraliberal que potenció la pobreza y la desigualdad. Fue una revuelta sin líderes, como el 15-M, que puso en jaque la institucionalidad pactada que reemplazó a la dictadura de Augusto Pinochet en 1990.

De aquella lucha emergieron Gabriel Boric y otros jóvenes encargados de articular una salida a las protestas. Fue un proceso similar al del primer Podemos (2014-2015) que puso patas arriba el tablero español, instalado en otro tipo de institucionalidad pactada con el tardofranquismo. Podemos y la plataforma de Boric tienen los mismos orígenes y referentes, aunque hoy está más cerca de las tesis de Iñigo Errejón.

Para que el círculo de la segunda transición chilena se cierre el domingo, en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, tiene que ganar Boric. Lo contrario sería un retroceso de consecuencias imprevisibles. Dos de las encuestas que circulan entre políticos y periodistas le otorgan una ligera ventaja. Una tercera predice una victoria cómoda.

No se pueden descartar sorpresas. Desde que el voto dejó de ser obligatorio, la abstención es una fuerza silenciosa que oscila entre el 22% y el 28%. También es importante la volatilidad del voto, algo que no detectan los sondeos.

El candidato ultraconservador José Antonio Kast promete orden, la defensa de la patria y de la familia. Es una música que gusta a los mayores y en el sur del país, muy afectado por una crisis interminable. Kast defiende el legado de Pinochet y navega en aguas del trumpismo, pero sería un error compararle con Bolsonaro. Más que un matón parece un cura, alguien más sofisticado y peligroso. Es un ultracatólico que rechaza el feminismo, el aborto y las leyes LGTBI.

Al lado de Kast, el presidente saliente, el conservador Piñera, parece un centrista. En realidad siempre se comportó como la oveja negra de la derecha pinochetista. Si Boric recuerda al primer Podemos, su rival en las urnas está cerca de Vox.

El resultado de la primera vuelta fue muy ajustado. Ganó Kast con un 27,9% frente al 25,8% de Boric. Ambos han peleado por atraer el voto moderado. Aunque Kast ha empezado a hablar de la mujer y del medioambiente, forzado por la derecha moderada, quien mejor lo ha hecho ha sido Boric, que se ha esmerado en ofrecer una imagen presidencial. Para dar seguridad, se ha rodeado de asesores económicos de los Gobiernos de la Concertación. Según una periodista chilena, «es como si Podemos tuviera los mismos asesores de Felipe González».

La candidatura de Boric es el fruto del pacto entre el Partido Comunista y el Frente Amplio. Los comunistas chilenos tienen dirigentes jóvenes muy buenos, como Camila Vallejo, pero aún no han iniciado su propia transición: siguen anclados en el mundo precaída del Muro de Berlín. El Chile actual no tiene nada que ver con el que aupó a Salvador Allende en 1970. Pese a que han perdido visibilidad en la candidatura, los comunistas son la fuerza dominante. Los socialistas confían en que Boric se socialdemocratice del todo si llega a La Moneda.

La Constitución de Pinochet, punto de partida de la primera transición, y que fue corregida con 50 enmiendas posteriores, dejará paso en julio de 2022 a una nueva Carta Magna. Este cambio fue un éxito del movimiento de 2019. El nuevo Congreso, votado el mismo día de la primera vuelta presidencial, está muy igualado. Nadie dispone de una mayoría para imponer sus tesis. Será necesaria la cultura del pacto. Ni Kast ni Boric tendrán mano libre, pero la victoria de uno o de otro influirá en el ambiente y podría afectar a los trabajos de la Asamblea Constituyente.

Llega una nueva generación, cambia el escenario, las normas y el lenguaje. A Boric le respalda toda la oposición, incluidos los democristianos. También ha recibido el respaldo de cientos de intelectuales. Todos son conscientes de lo que está en juego.

Elija una canción de Víctor Jara, asesinado por la dictadura en 1973, para escucharla cuando se anuncie el resultado. Si gana Boric, le servirá de banda sonora igual que a miles de demócratas en todo el mundo; y si pierde, le ayudará a digerir el revés con una buena dosis de nostalgia.