Hagamos un ejercicio básico y fácil. Cerremos las manos, en posición puño, y dejemos salir solo los dedos índices, como apuntando. Llevemos el de la mano izquierda hacia la comisura izquierda de la boca y el de la derecha, hacia la comisura derecha. Una vez finalizada la maniobra, estiremos hacia el lado contrario de los dientes como empujando los pómulos. ¿Lo ven? ¿Lo recuerdan? Eso es sonreír. ¿A que es sencillo? Creo que practicando este ligero movimiento veinte o treinta veces al día será suficiente para no volver a olvidar lo importante que es hacerlo y regalar sonrisas, al menos de vez en cuando. Si no sale a la primera, no desesperen, seguro que lo consiguen. Si sienten que es imposible, entonces con los dos dedos corazón, empujen las cejas hacia arriba, sin dejar de estirar con los índices las comisuras. ¿Mejor ahora? Seguro que sí. Seguro que lo han conseguido. A las malas, si con estas claves no consiguen retirar de sus rostros esa mueca de boniato que se ha apoderado de nosotros, vuelvan a cerrar las manos, a modo de puño, y dejen libre solo ambos dedos corazón. ¿Mejor así? ¿Verdad? Fantástico. ¡Qué placer da hacer un par de peinetas!