Si todo fuera transparente, no haría falta fomentar la transparencia. No es preciso ser un friki de Star Wars para saber que existe un lado oscuro por el que todos nos sentimos tentados alguna vez y que nuestros comportamientos, nuestras decisiones, nuestras acciones no son siempre justas ni cristalinas, ni siquiera aunque nos empeñemos en ello, ya que la vida está llena de matices, de claroscuros, de una escala de grises y de esa línea entre el mal y el bien que muchas veces es gruesa y se distingue con claridad, pero que, en otras ocasiones, se torna delgada, casi imperceptible y sacude nuestras conciencias.

Manuel Summers proclamaba aquello de que ‘To er mundo e güeno’, pero no dejaba de ser una parodia que, en realidad, concluía que ser bueno era como ser tonto. ¿Y quién quiere ser o que lo tomen por tonto? Otra cosa es hacerse el tonto o pasar por ingenuo, lo que nos hace pasar y quedar como inocentes, por aquello de que la culpabilidad implica conocimiento de que lo que se acomete está mal hecho. De modo, que lo mejor es que aquí ‘nadie conoce a nadie’ y, como en la película protagonizada por Eduardo Noriega, Jordi Mollá, Natalia Verbeke y Paz Vega, al final, todos sospechamos de todos, de nuestro compañero de piso y hasta de nuestra compañera de vida.

El problema surge cuando las sospechas, las dudas y las incertidumbres sobre el bien y el mal surgen entre aquellos que se supone que deben trasladarnos un comportamiento ejemplar, sobre aquellos que tienen la potestad y el deber de analizar nuestra forma de actuar y si consideran que es mala, aplicarnos el correspondiente castigo.

Soy consciente de que el rollo que les acabo de soltar no les conduce a mucho ni a nada que no supieran ya, pero me sirve de introducción para comentar el ambiente que se respira en los últimos tiempos en el seno de la Policía Local de Cartagena. Como en todos los grupos y colectivos, siempre han existido las normales y legítimas diferencias y desencuentros, pero todo parece más enrarecido tras el resultado de la convocatoria de empleo público en la que se sacaron a concurso plazas para la promoción interna.

El proceso de selección se ha alargado más de lo razonable y ha auspiciado un aluvión de recursos, que supera con creces a los de procesos similares de convocatorias de empleos públicos. Que si no se han cumplido las bases, que si se han producido cambios en el tribunal, que si el número de plazas convocadas era menos del que correspondía, que si no se ha cumplido con la paridad que exigen las leyes, que si las pruebas no se ajustaban al temario exigido. Son solo algunos de los argumentos que se esgrimen en esas reclamaciones. Eso es lo que escriben en los papeles y lo que consta oficialmente, pero esa oficialidad no logra ocultar que, en realidad, algunos se sienten estafados, ya que consideran que el proceso ha estado repleto de irregularidades y favoritismos, de esos que sin pruebas no se pueden proclamar a voz en grito, pero sí en conversaciones privadas e informaciones que no citan fuentes con nombres ni apellidos. El resultado es un cuerpo de policía municipal más dividido de lo que debiera, donde el compañerismo se resiente y en el que las miradas acusatorias se entrecruzan. Y esas son las personas que deben velar por el buen hacer de los ciudadanos que, a la postre, son los perjudicados involuntarios de estas disputas.

Además, la Policía Local representa con diferencia el núcleo de empleados municipales más numeroso, de ahí que cualquier problema salte como un resorte al ámbito político, máxime cuando se trata de un proceso de promoción interna con acusaciones veladas de favoritismos. A quienes gobiernan les corresponde negar cualquier desatino o sospecha en el asunto, mientras que a la oposición, como ya han hecho MC y Vox, les toca clamar para que todo se desarrolle con luz y taquígrafos y levantar sospechas sobre la gestión en la selección y concesión de plazas.

Que exista una definición de nepotismo, que no es otra cosa que el trato de favor hacia familiares o amigos a los que se otorgan cargos o empleos públicos por el mero hecho de serlo sin tener en cuenta otros méritos, es por sí misma la evidencia de que esta es una situación que se produce y a la que se le ha puesto nombre. Cosa distinta es que lo haya habido en este u otros procesos, lo que en última instancia, en caso de contencioso, deberán resolver los tribunales.

Porque cuando se trata de lanzar acusaciones de este tipo y defenderse de ellas,lo habitual es encontrarse con que aquí nadie conoce a nadie y con que si alguna vez te he visto, no me acuerdo.

Si todo fuera transparente, no sería necesario fomentar ni presumir de transparencia. Y en esta vida de matices, de claroscuros, de lados oscursos que están en esta galaxia y no en otras muy muy lejanas, todos participamos en ese eterno juego de niños de polis y cacos. En qué bando se encuentra cada uno es una continua elección personal.