Estos días es noticia el relevo, con revuelo, en la cúpula empresarial de Inditex. Para unos, la encarnación del Mal es la empresa capitalista, mientras que para otros lo son las ideas socialistas o ‘comunistas’ como gustan denominarlas. Y desde luego que a unos y a otros no les faltan razones para verlo de esa manera. El trabajo infantil o semiesclavo y otras prácticas abominables, como la evasión fiscal, no son ajenas al capitalismo más avanzado. Del mismo modo, los exterminios llevados a cabo por Stalin, Pol Pot o Mao, los gulags y el liberticidio que se ha ejercido en nombre del proletariado tampoco son cosas como para enorgullecerse. Dondequiera que haya una obra humana encontraremos luces y sombras. Desde el hermano lobo franciscano, hasta las cruzadas a cristazos; desde la labor civilizadora del imperio romano, hasta la conquista a sangre y fuego de nuevos territorios. Sobre Inditex o su fundador, Amancio Ortega, se han pronunciado juicios sumarísimos. Sin ser ingenuo, no puedo por menos que sentir admiración por quien empezó vendiendo batas de boatiné y ha llegado a ser propietario de la mayor empresa del Ibex 35 y posee una de las mayores fortunas del planeta. Inditex ha creado un modo de gestión empresarial que se estudia en todas las escuelas de negocios del mundo. En su logística trabajan ingenieros, químicos o matemáticos en conexión con prestigiosas universidades, como el MIT, para seguir encontrando la forma de optimizar todo tipo de procesos y consumos energéticos. Inditex debería servir de modelo de cómo integrar el conocimiento y las modernas tecnologías en el mundo de la empresa. En España nos iría mejor sin contáramos con muchas compañías que siguieran ese ejemplo.