A estas alturas, hablar de la covid y sus consecuencias parece que no tiene mucho interés dadas las miles de opiniones y noticias que la pandemia ha provocado, pero quizás sí pueda ser necesario revisar cómo éramos antes de marzo del 2020 y cómo nos vemos ahora, y comprobar si somos las mismas personas que fuimos, porque realmente creo que los seres humanos hemos mutado, como el maldito virus.

Para comenzar, a casi 90.000 españoles les ha cambiado la vida por la muerte, que ya es cambiar, y de ellos 1.800 eran murcianos. Todas sus familias han perdido a un ser querido y andan destrozadas por ahí, ‘cambiadas’ de un modo ya irreversible, sobre todo por las circunstancias en las que se han producido la mayoría de esos fallecimientos: un miembro de la familia comienza a sentir síntomas de la enfermedad, se le lleva a un hospital, se queda allí y ya no puedes visitarlo por las sensatas reglas que se dictaron, cada día te van informando de su estado y uno de ellos te comunican que está en la UCI porque ha empeorado, y poco después te llaman y te dicen que ha fallecido. Nadie, estoy seguro, tenía previsto largarse de este mundo así, sin tener cerca a alguno de los suyos, y para todos los que han sufrido las pérdidas en estas condiciones su forma de mirar la vida ha cambiado.

A médicos, enfermeros, auxiliares y demás personal sanitario también les ha afectado y mucho la experiencia de la covid en los hospitales. Tengo una buena amiga que es médico en la UCI de uno de los grandes centros de la Región. Está allí por pura vocación de hacer ese trabajo, que fue el que eligió ella cuando hizo el MIR, y siempre que hablamos yo le he manifestado mi profunda admiración por ser capaces de enfrentarse a los enfermos más graves, y, a menudo, con la muerte de alguno de ellos. Cuando la covid estaba en todo su apogeo, un día la vi y la encontré muy desmejorada. ‘Ayer se nos murieron 9 en mi guardia de 24 horas. No te puedes imaginar lo que es pasar por eso: ver que se te escapan de las manos, que estás con ellos, poniendo en práctica todo lo que sabes, lo que has estudiado, aplicando la tecnología de que dispones, y que, aun así, se te escapa, se va. Y pocas horas después, otro, y así hasta 9. Sabes que estás ayudando a salvar a otros muchos, pero llegas a sentirte realmente mal’. Yo creo que a mi amiga médico de la UCI y a muchos otros sanitarios también les ha cambiado la vida.

Y saliéndonos de las tragedias más duras, veamos las otras, las que afectan a cientos de miles de personas. Por las calles puedes ver que mucha gente va con las mascarillas puestas, aunque estén al aire libre. En su vestuario diario la mascarilla es una prenda más, como los calzoncillos o el sujetador (cito estas ‘prendas’ para que sean inequívocamente una prenda masculina y otra femenina que casi todo el mundo lleva), o sea que pertenecemos a un nuevo grupo el ‘homo mascarillensis’, al que también podríamos llamar el ‘homo acojonensis’. Por supuesto que así debemos hacerlo si no sentimos más seguros, pero indudablemente se trata de un cambio. Asimismo, están los buenos aficionados que no han acudido todavía a ningún cine, teatro o auditorio a disfrutar de lo que les ha gustado siempre por miedo a la enfermedad, o los que restringen las reuniones familiares o sencillamente no las practican porque hay niños sin vacunar que pueden llegar a sus casas repartiendo bichitos. Y así han cambiado las vidas de estos seres humanos, sobre todo de los mayores, que unas veces porque los hijos y los nietos no quieren contagiarles nada, y otras porque ellos no quieren que los contagien, todavía ven muy poco o nada a sus familiares. Y para acabar este artículo les propongo algo: piensen ustedes en cuánto les ha cambiado la vida esta pandemia y añadan los ejemplos citados arriba los que quieran, verán que les sale una lista bastante larga. Tristemente.