Ante la catarata de despropósitos en los que se había sumido el PP en las últimas semanas a cuenta de si el congreso regional del PP en la Comunidad autónoma madrileña había de celebrarse ya o después, y hasta si Isabel Díaz Ayuso ha de ser o no la presidenta del PP madrileño muchos españoles, deseosos de acabar con el gobierno de Pedro Sánchez, como ponen de relieve todas las encuestas(salvo el CIS), se estrujaban la sesera preguntándose, por qué y hasta cuando duraría el paparajote popular.

El pasado martes, día 24, hemos sabido que entre la sede regional del Gobierno autónomo, situado en Sol, y la sede nacional del PP, ubicada en Génova, se ha llegado al acuerdo de que la fecha del congreso regional del PP madrileño se celebre entre el 1 de enero y el 30 de junio de 2022, y habrá que añadir a tan flexible plazo, «aunque salga el sol por Antequera», o lo que es igual, pase lo que pase, el sol sale por Génova.

En principio, todo acuerdo es bueno si va precedido de un diálogo sosegado y razonado en base a los estatutos del PP. Evidentemente no ha habido diálogo sosegado si no inquieto e irritante, suspendiendo eventualmente la aplicación del artículo 31.1 de esos estatutos, que dispone: «Los congresos ordinarios del partido, sea cual sea su ámbito territorial de competencia, se celebrarán cada cuatro años». El último congreso ordinario de Madrid se celebró entre el 18 y 19 de mayo de 2017. Blanco y en botella.

De otra parte, tanto desde Génova, como desde Sol, invocan ahora la necesidad de que el partido debe ser como una orquesta que no desafine, lo que es siempre deseable, pero a juzgar por el amplio periodo establecido para celebrar el congreso de la discordia entiendo que las partes no han tenido en cuenta la importancia que los tiempos tienen en la música, y también en la política. Me viene la memoria la frase que Carlos Gardel dedicó a un amigo a la salida de un burdel: «Pibe, cuida la flauta que la sonata es larga». Tengo la sensación de que algunos no han pasado de la flauta dulce, dicho en términos de POLÍTICA con mayúscula.

Tocata y fuga, la pieza musical elegida para este artículo de opinión fue escrita por Johann Sebastián Bach, abre con una sección de tocata seguida de una fuga que termina en una coda, término que literalmente significa ‘del signo a la cola’, o la reproducción de la última canción añadida al final, que dado el largo plazo consensuado por los dirigentes del PP bien podría ilustrar un desenlace no deseado.

Ahondando en los tiempos. Hoy conocemos el pacto Sol-Génova y también que el Gobierno de la nación y ERC han cerrado el acuerdo presupuestario que consolida la presente legislatura del actual desgobierno de la nación. ¿Mera coincidencia? Puede ser, pero, ¿hubiese convocado Pedro Sánchez elecciones anticipadas de no disponer del presupuesto nacional? Y de ser así, ¿en qué posición hubiese quedado Pablo Casado de no alcanzar la mayoría suficiente para gobernar?

Desnudados los fantasmas, afinados los violines, nos queda clara una cosa: el director de orquesta no es tonto. Sería impensable que de haberse convocado elecciones generales la candidatura del PP la hubiese podido encabezar alguien distinto al presidente nacional del partido.

Para no seguir desafinando, espero, deseo y barrunto que Isabel Díaz Ayuso puede ser presidenta del PP de Madrid en enero, que la generosidad de Casado se mostrará como un regalo de Reyes para su más eficaz colaboradora y deseche cualquier intento de llevar el tan debatido congreso al 24 de junio quemándola en la hoguera de San Juan.

Lejos de esa quimera los españoles, en su gran mayoría, desean un cambio de Gobierno para entonar el Himno a la Alegría basada de la novena sinfonía del alemán Beethoven, interpretada por el granadino, Miguel Ríos, con arreglemos del argentino Waldo de los Ríos. No nos distraigamos. Tampoco nos distraemos.