Soy hija de adolescentes, padres educados en una cultura judeocristiana que no contemplaba la formación sexual. De haber tenido una mínima noción del tema, seguramente no hubiera nacido. De haber tenido opciones, seguramente tampoco. Mi padre siempre trató a mi madre de manera exquisita. Jamás escuché un grito, un desplante, una palabra malsonante hacia ella; él sentía absoluta devoción y admiración por la figura de la mujer de la que estaba enamorado desde los doce años. Aún así, de no haber muerto a los 37, tal vez se habrían divorciado, o no. Pero jamás por las formas, el trato, o la falta al juramento del matrimonio que un día se dieron.

Creo que estoy sentenciada a la eterna soltería precisamente por eso, el hombre que camine a mi lado debe mostrar, como mínimo, esas cualidades tan caras en estos días. Algunas no damos el perfil de mujeres ninguneadas porque es impensable que con este carácter y hechura, nadie ose a propinarnos un insulto, a hacernos daño. Nada más lejos de la realidad...

Aquí, la más pintada, ha sido víctima de una vejación, agresión o maltrato, porque no es inventada esa cifra del 57,3% de mujeres que en algún momento de su vida han sufrido una agresión por parte de su pareja, casi siempre hombre, casi siempre un sol en la calle. Encantador de cara a la galería, un desgraciado energúmeno de puertas para adentro.

Haber crecido en el seno de un matriarcado me ha enseñado a reconocer casi de inmediato al que venía sigiloso pero con el arma cargada. Las mujeres de mi familia son fuertes por el hecho de pasar la mayor parte del tiempo solas, ningún marido ha tenido un trabajo que le brindase demasiado tiempo en casa. Ellas solas han sacado adelante un hogar, sin dejar jamás de formarse culturalmente, ninguna mujer de mi familia se va a la cama sin abrir previamente un libro, y eso, las ha salvado y condicionado para saber elegir.

Afortunadamente, todas han estado libres de maltrato machista. Y es ahí, en la educación recibida, donde reside la perspicacia de salir pitando dando un portazo la primera vez que alguien se atreve a levantarte la voz para propinarte un insulto, cuando mira tu teléfono, la primera vez que esa pareja ignora tus sentimientos. Cuando insulta, ridiculiza y desprecia a una mujer... Si lo hace con su ex, da por sentado que la siguiente eres tú. Sal corriendo si un día te ves alejada de tu entorno, de tus amigos y que no te venda unos celos como muestra de amor, los celos jamás crean romanticismo.

Huye si te ves forzada, por agradarle, a mantener sexo si no te apetece... Porque ese hombre jamás podrá ofrecerte una relación saludable, basada en el respeto y la confianza. Pulgas en el corazón, perros en el callejón, y yo voy a estarme quietecita, hasta ver venir lo bueno a mi rincón.