Oír a la oposición, un día sí y otro también, hablar de cómo funcionan las cosas en nuestro país es un auténtico dolor. Da igual la decisión que tome el Gobierno central, porque siempre encontrará voces en la oposición que digan que el país va mal, que España es una ruina (esto lo dijo Pablo Casado durante el debate a la totalidad de los presupuestos generales). Una ruina que, según el líder popular, se agrava con los presupuestos del Gobierno de Sánchez propios de un Ejecutivo, son sus palabras, ‘radical y sectario’, ‘no sirven para la recuperación’, ‘«nacen muertos’ y van en contra de ‘lo que hacen los socios europeos’.

Ya ven, la oposición aquí negando el pan y la sal al Gobierno, poniendo de ejemplo a ‘lo que hacen los socios europeos’, y éstos aplaudiendo, a su vez, entre otras cosas, la manera en la que tanto el Gobierno central como el autonómico están actuando, lo que está ocurriendo en La Palma. Cómo se está trabajando en la llamada isla bonita, o cómo estamos luchando contra el covid se está poniendo de ejemplo en otros países que, en teoría, están mejor organizados que nosotros. Como se puso de ejemplo hace años nuestra Transición democrática, aunque ahora algunos nos salgan con eso del ‘Régimen del 78’, olvidando que fue puesto de ejemplo en prestigiosas universidades internacionales, e intentando poner en cuestión todo lo que significó aquello de entendimiento entre españoles y de renuncia por parte de todos para hacer posible una democracia de la que, con sus imperfecciones, podemos sentirnos orgullosos. Pero, al parecer, nos va la marcha de la descalificación por sistema hacia lo bueno que podemos hacer, que hacemos.

Gracias a que la ciudadanía demuestra muchas veces, con su ejemplo, estar por encima de las mezquindades de algunos políticos que solamente se sienten felices en el fango de la descalificación y de la negación de nuestras cualidades, que son muchas, como está poniendo de ejemplo la reacción del resto de los españoles, con la llegada de voluntarios de distintos puntos de la península para ayudar a los isleños. Los españoles, ante lo que está ocurriendo en la isla de La Palma, estamos demostrando que pertenecemos a un país serio, en contra de opiniones interesadas que hacen lo imposible por demostrar que estamos en el país del caos, de la improvisación, de la inconsistencia, en definitiva.

Creo que algunos españoles tienen un problema de autoestima o de falta de generosidad, porque nos pasamos la vida tirándonos los trastos a la cabeza en los momentos en los que más necesaria es la solidaridad, esa solidaridad que florece en los trasplantes, en la llegada de voluntarios de toda la península a La Palma, demostrando que quizás los ciudadanos en este país están muy por encima de los políticos que también son ciudadanos, pero que a veces dan la sensación de perder esa condición situándose por encima del resto para vivir en ese mundo desagradable, cicatero y matón en el que muchos están instalados.

Claro que todo lo que está haciendo el Gobierno central no nos gusta. Claro que hay cosas que nos gustaría que se hicieran de otra manera, pero reconocer en los demás alguna virtud es signo de generosidad y también de inteligencia. Algo que brilla por su ausencia, por ejemplo, en el Gobierno de la Región, donde López Miras, el presidente, se pasa la vida, da igual de lo que se hable, asegurando que el Gobierno central la tiene tomada con los murcianos y todos los días se levanta pensando en cómo fastidiarlos. Desde las condiciones en las que se encuentra el Mar Menor hasta el itinerario que al final tenga el Ave y no sé cuantas cosas más, el Gobierno central solo manifiesta su inquina a esta parte de España, sencillamente porque aquí hay un Gobierno que defiende a los murcianos y lo murciano como otros no harían.